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EL NEGRO METAL

Orígenes, encumbramiento e idiosincrasia del fenómeno black metal


 «¿Qué es el black metal?» se pregunta el profano absoluto, pero también cualquier melómano bien curtido en los terrenos del heavy clásico. La etiqueta black metal ha alcanzado una popularidad considerable de la mano de grupos como Cradle of Filth o Dimmu Borgir, grupos que los entendidos suelen despreciar, pero también de Emperor o Immortal, nombres familiares para quien conozca ligeramente la historia del metal en general. Salta a la vista que la etiqueta tiene gancho, por la connotación explícitamente oscura del término, pero también por diversas historias truculentas y leyendas negras asociadas a tal o cual grupo asociado al apelativo black metal, criterios bastante alejados de lo puramente musical. Para superar la barrera de desconocimiento general y adentrarse en lo que de verdad se esconde tras el nombre de este subgénero inquietante no basta con hacer un rápido repaso a los grupos más conocidos que reivindiquen practicar ese estilo o informarse acerca de los relatos sensacionalistas que circulan desde hace tiempo. En realidad, buscar sus orígenes y su esencia es remontarse a los propios orígenes y esencia del heavy metal, para construir una visión de conjunto que permita entender el subgénero más allá de los nombres más comerciales e inmediatos y de la anécdota superficial.


I - Antecedentes

II - Génesis

III - Grupos

IV - Filosofía

1. Heavy metal y rebeldía

2. Del satanismo al nacionalsocialismo

3. El black metal como movimiento romántico

V – Presente y futuro

Fuentes


I - Antecedentes

 Es muy difícil conseguir delimitar mediante una definición concreta un amplio estilo de música sin suscitar protestas por parte de algún que otro sector de aficionados al género. Ciñéndonos al propio término, el black metal sería un tipo de heavy metal que destaque por ser mucho más oscuro que el tronco del que deriva. ¿Pero el propio heavy metal no es a su vez un hijo especialmente díscolo y siniestro del rock? Se suele considerar por un vago consenso general que los padres del heavy metal serían los británicos Black Sabbath, aunque grupos de rock/blues como Blue Cheer, The Doors o Steppenwolf (en cuya archiconocida canción Born to Be Wild se menciona la expresión heavy metal, uno de los posibles orígenes del término) ya habían sentado las bases de un nuevo tipo de rock contundente y rebelde antes de que los Sabbath se reunieran para tocar. El primer disco de Black Sabbath, homónimo, apareció en 1970, pero no fue hasta finales de aquella década cuando el heavy metal saltó a la fama como género consolidado gracias a lo que se vino a llamar la Nueva ola de heavy metal británico (New Wave Of British Heavy Metal), que agrupaba nombres hoy tan grandes como Iron Maiden, Judas Priest o Saxon, aún en activo, junto a otros menores, como Angel Witch, Tokyo Blade, Tank o Tygers of Pan Tang. La NWOBHM no nació de la nada, probablemente fue consecuencia directa del fructífero diálogo musical transatlántico dentro Carátula del segundo disco de Venom que a la larga dio nombre a todo un género del mundo anglosajón, que previamente diera lugar a unos Rolling Stones empapados del blues/folk estadounidense, y una miríada de grupos de rock proto-heavy a lo largo de los años setenta, entre los cuales destacarían Deep Purple, Led Zeppelin o Blue Öyster Cult.

 El apoteósico éxito del heavy metal a finales de los setenta trajo una nueva moda al mundo entero, y dio lugar a una de las vías musicales más prolíficas de los años ochenta, en pie de igualdad con el tecnopop, el movimiento new romantic o el apogeo de los grupos afterpunk. Es aquí donde podemos rastrear la aparición del término black metal, como definición de un sonido genuinamente metálico que sin embargo daba cuenta de un nuevo matiz de oscuridad. Al contrario que ocurre con el término heavy metal, cuyo origen suscita aún grandes discrepancias, la expresión black metal tiene fecha y autor, un disco de 1982 de los británicos Venom, que la llevaba por nombre. El heavy metal de Venom se alejaba bastante de lo que Iron Maiden y Judas Priest tocaban por aquella época. Se les podría definir como una versión oscura de Motörhead, otro grupo de la NWOBHM tremendamente original e influyente, que se nutría de influencias de la reciente eclosión del sonido punk para crear canciones contundentes y atronadoras en las que la pura herencia blues/rock quedaba un poco de lado.

 Venom incorporó ráfagas de batería en las que primaba una cadencia continua y uniforme sobre los habituales golpes diferenciados, compuso riffs más agresivos que creaban una atmósfera densa y violenta, y cambiaron el tradicional estilo cuasi-operístico de unos potentes Bruce Dickinson o Eric Adams por una voz grave y aguardentosa que imprimía un acento diabólico a la sempiterna ronquera de un camorrista Lemmy Kilmister. Hasta aquí Venom no hizo básicamente sino una radicalización musical de la fórmula de Motörhead. La auténtica aportación novedosa fue que, al margen de la música pero profundamente integrada en el concepto, optó por una estética visual macabra y ocultista, una evocación constante y explícita del satanismo. Hoy en día esto nos parece casi cotidiano en cualquier rama de las artes, en especial la música, pero en su momento debió de causar una revolución, las sociedades occidentales que aún se mostraban ostensiblemente escandalizadas por los flirteos de los Rolling Stones con el demonio o las excentricidades de los Kiss no habían asistido nunca al nacimiento de un fenómeno musical que pretendiera evocar al demonio sin ningún tapujo. El escándalo no fue tan grande como en el caso de los dos grupos antes mencionados, porque Venom nunca alcanzó una fama comparable, pero grupos de heavy/rock mucho más ligeros y extremadamente populares como Twisted Sister no se libraron de la persecución encarnizada por parte de cristianísimas asociaciones de padres alarmados por el descontrol vehiculado por las nuevas y rabiosas tendencias musicales.

 A pesar de darse de bruces con la moral imperante y verse estigmatizado por la prensa y la opinión pública, el heavy metal atrajo con fuerza a multitud de jóvenes hartos de las expectativas de vida prefabricada y gris que la sociedad les ofrecía. En distintos puntos del continente europeo fueron surgiendo grupos bastante heterogéneos que seguían el camino trazado por Venom y otros grupos precursores de estética satánica (cara pintada de blanco, cruces invertidas y objetos esotéricos) como los misteriosos Death SS o los teatrales Mercyful Fate con su famoso cantante King Diamond, que a su vez se inspiraban en rockeros teatrales y macabros como los ya mencionados Kiss o el célebre Alice Cooper. A mediados de los ochenta, en Suiza, Hellhammer comenzaban Celtic Frost en sus primeros años a grabar canciones que condensaban la negra energía de Venom en un sonido más veloz y virulento, para después, bajo el nombre Celtic Frost, convertirse en el primer grupo en el que la cadencia infernal del incipiente proto-black metal adoptaba una narrativa clásica, dramática incluso, de forma similar al proceso de teatralización del rock and roll llevado a cabo por los Doors quince años antes. En Alemania, grupos como Sodom o Destruction incorporaron elementos del heavy metal más oscuro para ahondar en la línea más radical del naciente fenómeno denominado comúnmente thrash o más exactamente speed metal (thrash metal en el sentido estricto es un término aplicado en exclusiva a los primeros grupos que fusionaron el heavy metal con hardcore punk, como Corrosion of Conformity o Dirty Rotten Imbeciles, influenciando el posterior speed metal que popularmente se conoce también como thrash). En la lejana Suecia, Bathory se dejaba influenciar por el primer speed metal de factura estadounidense, diluyéndolo progresivamente en una orquestación majestuosa que dotaba de los primeros tintes épicos propiamente dichos a un rock hiper-evolucionado que hasta entonces no los había alcanzado. Todo esto ocurría casi a la sombra, mientras el vastísimo y bullicioso terreno del rock duro de mediados y finales de los años ochenta polarizaba a los fans en dos bandos: partidarios del glam rock frente a speed-metaleros.

 Ya antes de comenzar la década de los noventa, comenzaba a entreverse una constante que resulta capital para comprender el advenimiento del black metal moderno. A grandes rasgos, es posible constatar que mientras en Europa los grupos de proto-black exploraban las posibilidades melódicas de un heavy metal rápido, en Norteamérica el énfasis se ponía en la armonía y el ritmo, influenciados quizá los primeros por el aluvión de heavy metal europeo de factura ochentera, y la segunda por la revolución del speed metal de grupos como Metallica, Megadeth o Exodus. En Estados Unidos, esta práctica desembocó en una corriente de metal extremo mucho más técnico y virtuoso de lo que jamás se había visto antes, aunque estéticamente encorsetado por sus propias exigencias compositivas. Este género se denominó death metal, título de la última canción del disco debut de Possessed, un grupo californiano cuyo estilo es el híbrido primigenio entre el speed metal y algo más técnico y de estructura más ambiciosa, un paso por delante de Slayer, el incipiente death metal (contrariamente a lo que se cree, el nombre no viene de Death, un grupo de segunda fila proveniente de Florida cuya popularidad no llegó hasta cierto tiempo después). Este nuevo estilo era el vástago del matrimonio entre el ya consolidado speed metal de la Bay Area y una forma de terrorismo sonoro conocida como grindcore, super-evolución del hardcore punk de factura británica con grupos como Napalm Death o Carcass, que le prestó buena parte de su estética musical, en particular la muy característica voz gutural y las ráfagas de batería. Dejando de lado la minoritaria experiencia proto-black europea, el death metal y su efímero padrino el grindcore fueron los primeros estilos de metal en rechazar los métodos de distribución tradicionales, esto es, los contratos con grandes discográficas y la difusión radiofónica, no solamente por el relativo desacuerdo que sus respectivos músicos pudieran profesar hacia el funcionamiento de la industria musical, sino sencillamente por la deliberada extremidad de la música, que la hacía invariablemente minoritaria y marginal: ni la radiofórmula ni el oyente estándar eran capaces de tolerar algo tan desfigurado y malsonante, tan conscientemente antiestético en sentido figurado y literal.

 Con precedentes como Morpheus (Descends), Necrovore o Slayer (a los que podríamos definir como los Venom del speed metal), así como los indispensables Sepultura, los primeros en esbozar la receta definitiva durante su primerísima etapa, el death metal se fue configurando desde mediados de los años ochenta como un fenómeno esencialmente norteamericano, dentro del cual se impusieron dos escenas principales con distinta vocación creativa, Florida por un lado (Morbid Angel, Deicide, Obituary) y Nueva York por otro (Immolation, Suffocation e Incantation). El primigenio death metal americano, Morbid Angel, probablemente la formación de death metal más célebre a semejanza de los primeros discos de Sepultura, se caracteriza por hilvanar una serie de riffs complejos y variados dentro de una misma canción, alternándolos y haciéndolos mutar, mientras son presentados uno o varios motivos que evolucionan a la manera de la música clásica, pero interpretados con los instrumentos del rock. Esta forma de componer está en las antípodas de la sencilla y archisabida fórmula estrofa-estribillo-estrofa que comparten casi todos los estilos de la música popular. Las exigencias interpretativas de este nuevo tipo de composición eran muy altas, y requerían un relativo virtuosismo para lograr su correcta ejecución, pero el carácter extremo tanto de la propia estética musical como de las ideas expresadas a través de la música mantuvieron al death metal lejos de toda audiencia masiva desde el momento de su gestación. Temáticamente, el death metal supone una agudización de la ideología del propio heavy metal; es antisocial, subversivo, tiene afanes de libertad y sus letras emplean de forma metafórica todo aquello que la sociedad moderna no quiere ver o prefiere obviar para vivir en la ilusión de un mundo perfecto, como la muerte, las enfermedades o la guerra. De la mano del death metal llegó también al heavy metal una nueva forma de concebir la actividad musical y su contacto con el público, una apuesta decidida por la marginalidad y la pequeña escala: el underground.

 El término underground se emplea desde hace tiempo en muchos estilos de música como una metáfora para describir todo fenómeno musical que recibe nula atención por parte de los grandes medios, y depende de sus propios adeptos para promocionarse y subsistir. El proceder habitual de cualquier grupo novel en sus inicios se convirtió en este contexto en un modelo fijo a seguir: el metal extremo se nutre de gente que ayuda a montar los conciertos, de estrechas redes informativas que difunden los eventos y noticias, de pequeñas distribuidoras que hacen circular las copias de los discos, de fanáticos que elaboran fanzines caseros y no menos importante, de la costumbre de intercambiar maquetas entre grupos afines (bautizada como tape-trading a finales de los años ochenta). Toda esta actividad, que en la era de internet es habitual y relativamente sencilla de realizar, requería quince años antes una buena dosis de tesón, y otra no menos importante de entusiasmo. Ambos requisitos se dieron, y se siguen dando ahora, y con los años y la fuerza de la costumbre han conferido a la cultura heavy ese carácter seudotribal fácilmente observable hoy en día. Decididamente al margen, al menos al principio, de la gran industria discográfica y su escaparate de tendencias, que a principios de los noventa auparían al grunge hasta lo más alto defenestrando todo el metal y hard rock previamente encumbrados, el death metal se hizo fuerte en Norteamérica, y llegó por diversos cauces hasta Europa, donde causó sensación en toda una generación de aficionados, siempre a escala muy limitada, evidentemente, pese a algún éxito comercial como el de Obituary, con medio millón de copias vendidas en su haber. En esa misma Europa fue donde se escribiría poco después la siguiente página de la historia del metal, de la mano de una escena fecunda pero poco conocida en el exterior: Suecia.

 Aquel país escandinavo, conocido en el exterior por poco más que las chicas rubias y las canciones de ABBA, era a finales de los años ochenta un hervidero de grupos de heavy metal buscando un nuevo lenguaje para sus explosivos deseos de expresarse. El primer grupo en dar con una respuesta fue probablemente Nihilist, que poco después se dividiría en dos (Entombed y Unleashed). Operaban con las mismas técnicas y énfasis en el ritmo que sus compañeros de ultramar, pero supieron introducir una modificación sustancial, un sonido de guitarra atrozmente distorsionado y grave, posteriormente bautizado como sonido sueco, que ampliaba los efectos del trémolo en los riffs, soldando las notas en un discurrir fluido, casi líquido. De esta forma, tanto Entombed y Unleashed como otros grandes grupos de la primera hornada (Therion, Dismember, At the Gates) consiguieron que la estructura del death metal, concebida como un homenaje a la armonía y la proporción, pudiera albergar en su seno una narración melódica que dirigiera un todo coherente, sólido y además Nihilist, el primer grupo de la escena death metal sueca tremendamente dinámico. El death metal sueco aportó aún más complejidad al género en conjunto, agrandando el acervo compositivo y la inspiración de los grupos noveles.

 Los grupos fundacionales del metal sueco habían conseguido reunir en un solo lenguaje las dos constantes que habían dividido al metal extremo durante casi una década en sendas manifestaciones a ambos lados del Atlántico, logrando lo que numerosos grupos híbridos sólo habían rozado parcialmente y sin proponérselo. Pero esta brillante escena no tardó en colapsarse. El formato sueco era tan brillante y complejo como reducida era su capacidad de maniobra, razón por la cual los grupos fundacionales, poco después de sacar sus primeros discos, viraron el rumbo y cambiaron su estilo con mayor o menor pericia (Entombed y Therion), cayeron en el encasillamiento (Dismember y Unleashed) o sencillamente desaparecieron con algún último álbum mediocre a modo de torpe canto de cisne (At the Gates). Allá por 1993, el panorama a grandes rasgos no se mostraba demasiado alentador para el metal en general. El doom metal, nueva corriente que podemos definir como una versión lenta y ultrapesada del heavy metal con algunas influencias del death metal, que por aquella época terminaba de consolidarse con la aparición de nuevos grupos como Thergothon o Skepticism, atrajo la atención, al menos inicial, de una parte de los seguidores del metal extremo, pero fue sobre todo el fenómeno grunge, sencilla reinterpretación de la mixtura de punk y metal otras veces esbozada, lo que se apoderó, transitoriamente al menos, de los ánimos tanto de heavies veteranos como de rockeros necesitados de energía y sobre todo adolescentes rabiosos, cautivados por la fuerza autodestructiva que emanaba de grupos como Nirvana. Ninguno de estos dos géneros permaneció demasiado tiempo en la cresta de la ola, a pesar del apoyo inicial de las discográficas de que gozó el segundo, pero su apogeo constituyó uno de los factores que provocaron el temprano desinfle de la escena sueca. Sin embargo, en el preciso instante en que el futuro del metal se estaba dirimiendo entre estos tres estilos de reciente hornada, veía la luz en plena sombra una nueva vanguardia.


II - Génesis

 El alumbramiento se dio en Noruega, tierra que no había permanecido ajena a las sucesivas tendencias surgidas dentro del heavy metal desde sus inicios, pero que hasta ese momento no había logrado exportar ningún grupo de renombre. En este país se dieron las condiciones idóneas para que surgiera un nuevo estilo musical que habría de revolucionar los esquemas conocidos hasta la fecha: proximidad y diálogo con las grandes escenas del metal europeo, dinámica tradición musical y una sociedad lo suficientemente desarrollada y pudiente como para que sus adolescentes pudieran emplear el tiempo creando música, experimentando y grabando. El eslabón perdido se llamó Mayhem, un grupo formado en Oslo, que apareció en una fecha tan temprana como 1984-1985. Estaba profundamente influenciado por los principales grupos de la vanguardia black metal europea, como lo prueba el hecho de que su nombre provenga de la Foto promocional de Mayhem en sus primeros tiempos, a la izquierda, Euronymous, a la derecha, Dead canción Mayhem with Mercy de Venom, y de que uno de sus miembros escogiera por apodo el nombre de un tema de Hellhammer (Eurynomos) ligeramente modificado y otro el propio nombre de este último grupo.

 Tras un comienzo de experimentación con aquellos referentes, Mayhem, liderados por el famoso Euronymous, guitarrista del grupo, cuyo verdadero nombre era Oeystein Aarseth, encontraron hacia 1987 un conato de voz propia, en la forma de una reinterpretación extrema del proto-black, convirtiéndose en uno de los grupos más duros de todo el continente. A finales de los ochenta, sin embargo, la eclosión del estilo sueco tuvo una inmediata repercusión en el área circundante, y Mayhem incorporó con avidez las nuevas influencias, rindiéndose a la supremacía de la melodía como hilo conductor, pero reduciendo al mínimo la amplia variedad rítmica de sus vecinos, limitando la percusión a un monótono y uniforme muro de sonido (denominado blast beat) sobre el que unas guitarras atrozmente distorsionadas desgranaban melodías que por sí solas marcaban el ritmo. El vocalista de Mayhem, el torturado Dead, no situaba su voz por encima del conjunto de la composición como último puntal sobre un marco acabado, como antes de él hicieran desde un operístico Bruce Dickinson hasta un gutural David Vincent (Morbid Angel), sino que ésta figuraba como un instrumento más, con una función orientativa y melódica como la de las guitarras, dejando atrás los roncos rugidos del death metal para tornarse aguda y chirriante, transmitiendo terror y desasosiego.

 Mayhem paseó su nueva fórmula por media Europa con relativo éxito, teniendo en cuenta la marginalización que un grupo de estas características podía experimentar no solamente por parte de las radiofórmulas de cualquier país, sino dentro del propio género metálico. Grabaciones de conciertos como el Live in Leipzig de 1990 (publicado en 1993) son buena prueba de cómo este estilo novedoso era capaz de crear una atmósfera malsana y violenta como nunca antes se había conocido. Mayhem cuidaba con especial atención la escenografía de sus conciertos con objeto de amplificar esta característica. Desde los primeros tiempos, cuentan los fans, tomaron por costumbre cercar el escenario con cabezas de cerdo cortadas ensartadas en estacas, enterrar sus ropas semanas Dead, cantante de Mayhem entre 1988 y 1991 antes de cada concierto para que al vestirlas estuvieran podridas y malolientes, lanzar trozos de carne al público, cortarse las venas sobre el escenario y guardar cuervos podridos en bolsas para poder inhalar entre canción y canción el hedor de la muerte, una fuente de inspiración a su medida. Es difícil dilucidar cuánto hay de cierto y cuánto de legendario en estas historias, pero lo importante es que, más allá de los hechos verídicos, el grupo supo engendrar una leyenda oscura que fue creciendo a su alrededor y propagándose, y contribuyó de forma decisiva a su posterior salto a la fama.

 Cuando el 8 de abril de 1991 el depresivo y melancólico Dead se suicidó cortándose las muñecas con un machete y pegándose un tiro en la boca con una escopeta de caza, lo primero que hizo Euronymous fue tomar varias fotos, una de las cuales figuraría en la portada de la edición pirata Dawn of the Black Hearts de 1995. La leyenda dice que posteriormente tanto él como Hellhammer recolectaron los trocitos de cráneo que se habían desprendido y los insertaron en sendos collares, que llevaban en homenaje a su amigo fallecido, y que incluso Aarseth cocinó parte de los sesos de Dead y se los comió después. Esta última parte resulta tan truculenta que probablemente sea falsa, pero la amplitud y persistencia del rumor indican hasta qué punto la escena black metal se hizo célebre a principios de los noventa por las historias morbosas de las que sus grupos fueron protagonistas.

 A partir de la muerte de Dead, el ambiente que rodeaba al grupo comenzó a radicalizarse. Cierto tiempo antes, Euronymous había abierto con la ayuda de unos amigos y el apoyo financiero de sus padres una tienda de discos en Oslo, bajo el nombre Helvete, que en noruego significa «infierno». El negocio era una empresa arriesgada, por los escasos ingresos que podría proporcionar lo que al menos al principio fue una tienda especializada en exclusiva en metal extremo, pero poco tiempo después adquirió el papel de punto de encuentro para un pequeño grupo de músicos adolescentes y fans locales de Mayhem, fascinados por el estilo novedoso que acababa de acuñar el grupo. Euronymous fundó también un sello discográfico, Deathlike Silence Productions (nombre de una canción de Sodom), en el que empezó a publicar los primeros discos de grupos musicalmente afines como los suecos Merciless o Abruptum o los japoneses Sigh. En aquel sello apareció también el primer trabajo de un completo desconocido, un chaval de Bergen con el nombre de Kristian Vikernes, que se hacía llamar Varg. Aarseth era a todas luces una personalidad carismática, que en poco tiempo logró entablar amistad con jóvenes músicos de pequeños grupos noruegos de death metal, tanto de Oslo como de más lejos, que cambiaron su estilo para adoptar el nuevo sonido de Mayhem, convirtiéndose en los grupos primigenios de la nueva ola de black metal moderno, la escena noruega: Immortal, Enslaved, Emperor, Darkthrone, y el grupo de Vikernes, de nombre Burzum.

 Aquel conciliábulo organizado en torno a Helvete y sus habituales comenzó a especular con la posibilidad de realizar actos de terrorismo anticristiano, especialmente después de la llegada de Vikernes, en parte a causa de la fuerte aura filosatánica cultivada por todos los miembros, en parte quizá para llamar la atención sobre su música por medios que excedían lo estrictamente artístico. La leyenda dice que Euronymous y sus seguidores se organizaron en un oscuro Varg Vikernes en una foto promocional grupúsculo denominado Inner Circle o Black Circle, pero debido a lo dispar de las declaraciones a posteriori de los implicados, es difícil concluir hasta qué punto se trataba de una auténtica organización con metas y estructura fija o si correspondía más bien a los impulsos descoordinados de las personalidades más influyentes en su seno. En la primavera de 1992 comenzaron las quemas de iglesias noruegas, instigadas principalmente por Vikernes, que fue secundado en la empresa por otros individuos, como Samoth de Emperor. La primera en arder fue la iglesia de Fantoft, en las cercanías de Bergen, uno de los ejemplos mejor conservados del tipo de iglesia medieval de madera característica del siglo XII, de las que sólo quedan una treintena en todo el país. El ataque saltó a los titulares de todos los periódicos, por la agresión que suponía a una parte de la identidad cultural noruega. En los meses siguientes ardieron muchas otras, como las de Revheim (sur de Noruega), Holmenkollen (Oslo), Ormoeya, Skjold, Hauketo, Aasane (Bergen) o Sarpsborg. La policía vinculó posteriormente un tercio de estos incendios con las actividades del Inner Circle, lo que indica que otros grupos quizá inconexos actuaron por propia iniciativa, tanto en Noruega como en los países cercanos, animados por la vasta cobertura mediática de la que fueron objeto las quemas. Según Vikernes, él fue quien capitaneó la iniciativa pirómana, a pesar de que Aarseth fuera el presunto jefe de todo el tinglado.

 El aparente desconcierto de la policía y su dificultad y lentitud para encontrar a los culpables produjeron en aquellos jóvenes un sentimiento de invulnerabilidad, que se unía a la popularidad masiva de que gozaron sus acciones. Todo el mundo parecía estar obsesionado con la muerte, y con dar un paso más allá en la espiral de violencia y odio que los iba envolviendo rápidamente. Por otra parte, los noruegos rivalizaban con otros grupos de satanistas, los suecos Abruptum, y ardían en deseos de demostrar de forma fehaciente que ellos eran más «malvados» que sus vecinos. En agosto de 1992 se virtió la primera sangre. Baard Eithun, conocido como Faust, primer batería de Emperor, apuñaló a un homosexual, que aparentemente había intentado seducirle mientras paseaba de noche por su ciudad natal, Lillehammer. El caso resultaba tan extraño que durante largo tiempo la policía fue incapaz de hallar un indicio o un motivo que explicara el crimen. Sin embargo, la siguiente página de esta sangrienta historia resultó infinitamente más notoria, y fue lo que realmente terminó por catapultar al black metal a la popularidad en términos relativos de la que goza. A principios de 1993, la inicial afinidad entre Varg y Euronymous empezó a torcerse. Parece ser que Deathlike Silence no funcionaba tan bien como Aarseth hubiera deseado, y éste no le había pagado a Vikernes los derechos de los dos primeros discos de Burzum publicados en aquel sello (el álbum debut homónimo y Aske). Por otra parte, los egos de ambos eran tan fuertes que no resulta extraño que terminaran chocando, teniendo en cuenta el contexto de incitación a la violencia y fascinación por la muerte que se había erigido en hilo conductor de la escena. Pero lo que casi nadie esperaba es que a principios de agosto de 1993 Euronymous apareciera muerto, asesinado a puñaladas en su propia casa por Varg Vikernes.

 Hay muchas versiones sobre lo que realmente ocurrió aquella noche. En un principio las sospechas recayeron sobre los satanistas suecos, hasta que con el discurrir de los meses distintos indicios fueron apuntando hacia Vikernes. Éste al principio negó toda la culpa, para después afirmar que lo hizo porque sabía de buena tinta que Euronymous había planeado matarle a él. Los demás músicos estaban divididos, mostrando opiniones y datos divergentes; algunos eran Presunta foto de una de las iglesias quemadas por Varg, en la portada del mini-LP Askemás afines a Euronymous, mientras que otros simpatizaban más con Vikernes. Pero lo importante de este asunto es que con la muerte de Aarseth se intensificaron las actividades de la policía y la presión de la opinión pública, azuzada por la prensa nacional, alarmada por la ola de violencia satánica que amenazaba a un país habitualmente tranquilo y pacífico. En la primavera de 1994, Varg se hallaba ya sentado en el banquillo de los acusados, y poco después lo haría Faust, aparentemente delatado por Vikernes. En el juicio, éste último se mostró burlón y poco cooperativo, expresándose mediante amenazas, invocaciones a la mitología nórdica, al demonio y explicaciones sin pies ni cabeza que fueron carnaza para la prensa sensacionalista. Fue condenado a 21 años, la pena máxima en el país nórdico. Con el encarcelamiento de Vikernes y la muerte de Euronymous concluía la etapa inicial del primer black metal noruego, el Inner Circle o lo que fuera que recibió aquel nombre se disolvió, cerró Helvete y los incendios de iglesias remitieron. Sin embargo, al mismo tiempo, todos los fans del heavy metal a escala global se enteraron de la existencia de los satanistas noruegos y del black metal, no tanto a través de la prensa y televisión noruegas como gracias a numerosos artículos truculentos y morbosos publicados en Kerrang!, una de las grandes revistas especializadas en el género.

 Podemos acotar el periodo 1991-1993 como el del afianzamiento y desarrollo inicial de la escena noruega, la primera manifestación del black metal moderno. Por aquellos tiempos ya existían otros grupos en diversos países que también denominaban black metal a la música que hacían, pero en general derivaban más o menos directamente de los grupos ochenteros de proto-black, en una versión más Vikernes durante el proceso judicial que lo llevó a la c&aacutercel cruda y minimalista, encarnada por los canadienses Blasphemy y su escueta discografía o los brasileños Sarcófago. Ejemplos de esto pueden ser los finlandeses Beherit o sus compatriotas Impaled Nazarene, así como los norteamericanos Profanatica/Havohej y Von, y otros grupos menores de Europa Central (Master’s Hammer, Tormentor, Samael). A partir de 1993, especialmente en Noruega, comenzó a florecer una gran cantidad de grupos nuevos, una segunda ola, al calor de la fama de sus predecesores. Su calidad era desigual, y de entre los más sobresalientes algunos duraron poco tiempo y no dejaron más que un disco debut (Mysticum, Kvist) y otros lograron labrarse un estatus de culto gracias a álbumes muy significativos (Gorgoroth, Ildjarn). Entre 1993 y 1996 se produjo la etapa clásica del black metal moderno, durante la cual se publicó gran parte de los discos más importantes del género, aunque aquellos definitorios datan de 1992-1993. Pero ya antes de 1993, el black metal había dejado de ser un fenómeno exclusivamente nórdico, en casi todos los países occidentales empezaron a surgir nuevos grupos, directa o indirectamente inspirados por el metal noruego. Las dos escenas más importantes, las que crearon escuela, tuvieron su sede en Polonia, en torno a la figura de Rob Darken y su grupo Graveland y en Grecia, de la mano de grupos activos ya desde finales de los ochenta.

 En muchos países de cultura occidental, se asistió casi desde el primer momento al nacimiento de escenas nacionales que en algunos casos dieron soporte a grupos bastante significativos, como ocurrió en Francia (con Mütiilation a la cabeza), Estados Unidos (Absu, Profanatica/Havohej, Krieg) o Suecia con su primer black metal melódico (Dissection, Sacramentum), aunque la huella de la escuela nórdica resultaba casi siempre invariablemente patente. Los casos polaco y griego son bastante excepcionales. En el primero, se trata esencialmente del empeño de un solo hombre que arrastró a otros hasta configurar una corriente de pleno derecho dentro del black metal moderno. Grecia, por su parte, es desde mediados de los ochenta un terreno fértil para el heavy metal, donde a principios de los noventa apareció una nueva hornada de grupos de metal extremo con vocación esotérica a caballo entre el doom y el death metal. Estas dos escenas secundarias no lograron la popularidad ni la proyección de la noruega, pero subsisten a día de hoy, y constituyen un aporte original y colorido a un estilo que a menudo peca de monotemático.


III - Grupos

 Los grupos fundamentales del black metal moderno son principalmente los pioneros noruegos de principios de los noventa, que dieron una nueva acepción al género y definieron mediante sus discos lo que hoy en día se conoce comúnmente como tal. Destacan entre ellos, además de los seminales Mayhem, Unos Darkthrone visiblemente adolescentes haciendo los primeros pinitosotros cinco, dos de la zona de Oslo (Emperor y Darkthrone) y otros tres del oeste, alrededor de Bergen (Enslaved, Immortal y Burzum).

 Todos ellos comenzaron como grupos de death metal en el más profundo underground, cuando pocos de los miembros sobrepasaban la mayoría de edad. Así, Enslaved eran al principio Phobia, Emperor tocaban en Thou Shalt Suffer (con Ildjarn de bajista), Immortal en Amputation y Old Funeral, grupo en el que también militaba Vikernes, y Darkthrone sacaron varias demos bajo el nombre Black Death. Directa o indirectamente, todos ellos fueron influenciados por Mayhem y dieron un giro a su estilo para entrar de lleno en el movimiento que se estaba cociendo en torno a Euronymous, su grupo y su tienda.

Mayhem

 Mayhem es realmente un grupo a caballo entre el proto-black ochentero y el black moderno. Sus primeros temas suenan como una versión hiper-acelerada de Venom, mientras que las grabaciones posteriores introducen complejidad, una estética musical mucho más sombría y una visión de concepto concreta y asertiva. Después de un largo silencio tras la muerte de Euronymous, el grupo prosiguió su actividad sin rumbo fijo, dando tumbos como una bestia herida que agoniza.

Enslaved

 Deben su nombre a una canción de Immortal (Enslaved in Rot). Enslaved adaptaron el incipiente black metal noruego a una estructura progresiva, con largas canciones, reiteración cíclica de los motivos y uso ponderado de la agresividad. Fueron el primer grupo de black metal moderno que ahondó en la mitología vikinga, siguiendo los pasos de los Bathory de 1990. Con el tiempo, se fueron convirtiendo en un grupo de metal más o menos progresivo y más ecléctico, sin llegar a cambiar radicalmente de estilo pero diluyendo en gran medida su fórmula primitiva.

Emperor

 Emperor se decantaron por una vertiente melódica, con gran uso de teclados y una atmósfera de majestuosidad Emperor en la época del Anthems to the Welkin at Dusk trascendente. Su estilo es fuertemente épico, capaz de transmitir emociones intensas a la manera de las sinfonías románticas de Bruckner o Mendelssohn, evocando el ansia de infinito del alma humana encerrada en la piel del hombre moderno. Con el tiempo degeneraron y se convirtieron en una parodia de todos sus aciertos, hasta tomar en 2001 la sensata decisión de disolverse.

Immortal

 El grupo más técnico de la escuela noruega, notorios por sus riffs creativos y lo impecable de sus composiciones. Sus canciones son fuertemente melódicas, lo que contrasta con la cruda distorsión de sus guitarras y una percusión agresiva e infatigable, perfecta recreación sonora de los fascinantes paisajes de desolación gélida descritos en sus letras. Tras un paso relativamente exitoso por una revisión heavy de su propio estilo, la falta de ideas les hizo incurrir en unos discos infames en los que se plagiaron burdamente a sí mismos, poco antes de congelar sus actividades de forma indefinida.

Darkthrone

 Darkthrone son el grupo más antiguo de los cinco pioneros del black metal moderno post-Mayhem, con un disco de death metal con fecha de 1990 a sus espaldas antes del cambio de estilo. Partidarios de la línea cruda, en sus inicios se nutren de sonidos sucios de procedencia hardcore punk, que nunca les abandonarán a lo largo de su trayectoria, sumados a una crudísima distorsión y disueltos sobre una cadencia de batería inflexible y atronadora. Minimalista e implacable, su estilo es uno de los más genuinos y a la vez más copiados de la escena noruega. A día de hoy siguen sacando álbumes, ajenos a las veleidades del público, que ya no sorprenden ni impresionan, pero tampoco decepcionan del todo.

Burzum

 Mito del underground black metal, este joven bocazas y con ansias de protagonismo que desmembró en solitario la primera escena noruega a golpe de puñal fue al mismo tiempo un músico excepcionalmente sensible que supo captar la potencialidad del marco simple y melódico del primer black metal para crear canciones que juegan con los sueños y la fantasía, y transmiten a través de su naturalismo y atavismo sin tapujos los deseos del alma moderna de regresar a formas de vida y organización más auténticas y menos hipócritas, de romper las cadenas morales y sociales de la sociedad post-industrial, cristiano-humanista y antropocéntrica para regresar a un primitivismo lleno de posibilidades como sólo los sueños más inspirados pueden concebir.


 La segunda ola noruega de black metal moderno trajo consigo gran cantidad de grupos nuevos con ganas de contribuir al nuevo estilo en boga. Entre ellos encontramos solamente dos cuya aportación se desmarque de las influencias de sus predecesores lo suficiente como para abrir un camino propio con paso firme y decidido.


Gorgoroth

 Black metal melódico de estética agresiva y percusión arrolladora, en una especie de medio camino entre Darkthrone y los primeros Emperor. Dedicados a la causa del Maligno, sus discos hilvanan dentro de una estructura relativamente simple acordes violentos y pasionales con un gusto por la narrativa épica.

Ildjarn

 Partidario del minimalismo más extremo, este proyecto conducido por un solo hombre llamado Vidar Vaaer se decantó por las posibilidades ambientales del black metal, acuñando un sonido crudísimo y carnívoro compuesto por ritmos machacones y melodías repetitivas con riffs de vocación ambiental, con objeto de ilustrar la belleza salvaje e implacable de la naturaleza.


 Además de la escena noruega, sólo otras dos escenas han alcanzado la suficiente entidad e idiosincrasia propia como para ser considerados subestilos de menor proyección, pero rango y calidad similares. Como ya hemos comentado, en el primer caso se trata de la escena polaca, que comenzó su andadura hacia 1992 en la ciudad de Wroclaw con la figura de Rob Darken (seudónimo de Robert Fudali). Inspirado al principio por la etapa más primitiva de Darkthrone y Emperor, su grupo Graveland evolucionó pronto hacia un black metal épico en onda viking metal Bathory-esco, que fue incorporando progresivamente influencias de la música tradicional eslava, con la reiteración de motivos y la percusión propias del folk, hasta producir en épocas más recientes música neoclasicista épica y guerrera, con profusión de teclados. Darken ayudó y orientó a otros grupos polacos noveles que siguieron su estilo, algunos de ellos con su propio color personal, constituyendo una generación de magníficos grupos (Veles, Infernum, Gontyna Kry, Fullmoon) de lo que por aquel entonces se denominó pagan metal en el primer empleo conocido del término, que hoy en día se utiliza indiscriminadamente para Rob Darken, creador de Graveland, en una imagen promocional todo tipo de tendencias dentro del metal. Graveland fue el primer grupo en exhibir abiertamente una ideología ultraderechista, tendencia que fue seguida por los grupos afines y hoy es casi una constante en los grupos de black metal de procedencia eslava. De Polonia también salieron los famosos Behemoth, vagamente asociados a los primeros Graveland en sus inicios, que tiempo ha dejaron de lado su pasado black metal para cultivar un brutal death metal ultramoderno.

 La escena griega tiene su origen en una serie de grupos de tendencias diversas, que hacia el año 1992 convergieron en una única escena cultivando un black metal arcaico, que recibió ese apelativo más por su temática que por su contenido, pues en realidad su música era esencialmente un tradicional heavy/doom metal pesado y lento, con elementos death en la voz y la percusión que lo hacían más agresivo, y un uso intensivo y ceremonial de los teclados que conferían a su música un aura de misticismo antiguo, de oscuro culto esotérico. Los grupos más importantes dentro de este estilo fueron Rotting Christ, Varathron y Necromantia. Ambos hacían gala de los rasgos antes mencionados, pero mientras los primeros componían canciones más efectistas mediante la contraposición de teclados y acordes rasgados, y los terceros se embarcaban en complejos y fascinantes delirios esotéricos multi-instrumentales, Varathron alcanzaron la cima del estilo con sus pulidos riffs lentos y fluidos, su empleo sutil del sintetizador e incorporación de partes de guitarra clásica y otros recursos ambientales que refuerzan la idea de atemporalidad exótica, en una variedad de registros que tiene su paralelismo en el exuberante y poético death metal de sus compatriotas Septic Flesh. Al lado de esta tríada aparecieron otros grupos menores (Zemial/Agatus, Legion of Doom, Kawir), muchos de los cuales aún siguen en activo, igual que los primeros nombrados, dentro de una escena que no por ser menos conocida deja de ser interesante.


IV - Filosofía

1. Heavy metal y rebeldía

 A ojos del público en general, el heavy metal es la música de gente violenta, perturbada, inmadura, amargada, que a través de su comportamiento «extremo» manifiesta su necesidad de aprobación por parte de los demás. Esta es la visión del metalero que se muestra en las películas, y la que alimenta todos los Ronnie James Dio, primer músico de heavy metal en alzar los cuernos como saludo, en realidad un homenaje a las supersticiones benignas de su abuela italiana, y no un símbolo de pleitesía rendida al diabloclichés sobre el género. Vendría a ser como si todos fueran niñatos que juegan a ser rebeldes que no tuvieran nada más que hacer que protestar contra todo con su música ruidosa, o matones de bar de carretera de los que no puede salir nada serio ni constructivo, o incluso, adoradores del demonio que suponen un peligro para la sociedad.

 Es cierto que el propio heavy metal juega con esa imagen, y se ubica al borde de la sociedad, con su música dura y disonante, su actitud subversiva y estética chocante. Entre los prohombres de la sociedad no gustó el mensaje individualista y anti-social del primer heavy, en el que primaba por encima de todo el disfrute hedonista del momento presente, sin pensar en el futuro ni en las consecuencias de las propias acciones. Esta filosofía también inspiraba al rock del que era hijo, pero a diferencia de éste, el heavy metal no se mostró tan dócil ni comercialmente maleable como su progenitor, si exceptuamos el periodo de máximo esplendor durante parte de los años ochenta.

 Del heavy metal emana un mensaje de auto-afirmación viril, lo que salta a la vista si observamos las letras de casi todas las canciones de los años ochenta, repletas de guerreros, machos y motos, si tenemos el cuenta el hecho de que la vastísima mayoría de los músicos han sido siempre hombres, y que una parte muy importante del público también lo es, Rob Halford, introductor de la ropa de cuero, los accesorios sadomasoquistas y el look motero agresivo y masculino en el heavy metal atraído quizá por la resonancia marcial y agresiva de sus ritmos. Sin embargo el término viril es más amplio, lo que en este caso también implica que este tipo de auto-afirmación, de rebeldía, no es intrínsecamente masculino, sino que apunta a los espíritus valientes, arriesgados, vigorosos, que pueden encontrarse en ambos sexos. Se trata de un tipo de música dirigida a gente fuerte, con voluntad inflexible para superar con éxito todos los problemas y trabas que encuentre en la vida. Gente consciente de que la vida está llena de sufrimiento, pero para quienes precisamente esa conciencia sirve de guía para aceptar todo lo negativo como parte de la vida misma y celebrarlo como se celebran las dos caras de un mismo ser al que se ama cuando se le ama de verdad.

 Solamente esta toma de conciencia, aceptación y celebración es lo que explica que el heavy metal se vuelque en vivas alusiones y descripciones de la muerte, la guerra y todos los males del mundo, publique sus discos bajo portadas horrendas y en general cultive de forma tan sistemática una auténtica antiestética en toda regla. Por esta razón se podría calificar al heavy metal como subcultura, entendiendo este término como «movimiento que rechaza los valores sociales y modos de vida establecidos», porque la conciencia moral de nuestra época posmoderna nos incita a lo contrario: negar la muerte, el sufrimiento y la fealdad considerándolos tabúes en las sociedades optimistas, moralistas y antropocéntricas de hoy en día. El heavy metal es antisocial si por social consideramos las grandes aspiraciones de nuestra civilización egoísta: tener un buen trabajo, ascender socialmente y asegurarse una felicidad artificial a golpe de talonario e hipocresía.

 En su condición de estilo divergente, con posterioridad al fogonazo de la NWOBHM a principios de los ochenta, el heavy metal se ha ido quedando al margen de las grandes modas musicales, y quizá gracias a ello ha podido sustraerse a las exigencias de simplicidad y aceptación indispensables para toda la música que pretenda vender. Ha hecho suyo un lenguaje metafórico compuesto por todo lo que la sociedad rechaza o niega, envuelto en un formato abrupto y difícil de penetrar, dentro del cual, sin embargo, se esconden piezas de gran belleza. El heavy metal se sirve de esas metáforas para dar cuerpo al deseo de la persona verdaderamente valiente capaz de entrever que para acometer las grandes empresas que puedan realizarse en el tiempo de una vida se deben tener en cuenta todos los aspectos desagradables de la vida, porque para saber apreciar todos los elementos positivos es necesario experimentar y conocer sus opuestos, de no ser así, uno acabará ingresando en el vasto redil de seres egocéntricos, indolentes y sin inspiración que integran las generaciones de la posmodernidad.

 Como es lógico teniendo en cuenta la filiación directa, el black metal comparte muchos de sus rasgos con el heavy metal clásico, y muchas de las diferencias entre ambos estilos son en realidad radicalizaciones en el seno del primero de las características del segundo. Las ansias de libertad y la referencia a todo lo negativo se convirtieron, bajo el influjo del nuevo estilo, en una interpretación literal de la figura de Satán, del naturalismo, el ocultismo y las evocaciones atávicas, salpicando a la pacífica Noruega de un conjunto de asesinatos, ataques sacrílegos y blasfemias, anulando en cierta forma, Con sus espantosas portadas, los grupos de death metal nos recuerdan que la vida es horrible, a pesar de que al mismo tiempo merezca ser vivida con intensidad, desprovista de miedos y limitacionesal menos temporalmente, las normas de la sociedad. El circo mediático que se desató como consecuencia de todo esto alcanzó niveles de morbosidad bastante lamentables, pero a la vista de los hechos no se puede negar que los noruegos, con su extremismo homicida y fascistoide, llevaron el espíritu del heavy metal más lejos de lo que nadie lo había hecho jamás.

 La prensa de aquel entonces se quedó con la carnaza, pasando por alto el contenido del nuevo estilo musical que acababa de gestarse. Como había hecho antes el death metal, el black metal dio un decidido vuelco a las ideas del heavy, inyectando conceptos tan románticos como la importancia de la muerte como parte esencial de la vida humana, o la necesidad de que los fuertes se impongan mientras los débiles perezcan, idea que no solamente se percibe como natural, sino como la única vía para escapar de una sociedad conformista que cría autómatas válidos solamente para trabajar rellenando papeles en oficinas sombrías, gastar su sueldo en «nuevos» productos, ver la tele en sus ratos de ocio y comer platos precocinados calentados en el microondas. Esta idea poética y extrema es una de las razones ideológicas por las que el black metal no ha pasado, a pesar de su popularidad, de ser un estilo marginal, porque la sociedad actual no concibe ni quiere concebir que esa nueva imagen del hombre moderno pueda ser algo intrínsecamente negativo.

2. Del satanismo al nacionalsocialismo

 Aunque algunos grupos partidistas lo hayan negado posteriormente, desde un principio la principal inspiración del black metal ha sido el satanismo. El énfasis en el lado oscuro es una de las claves de la diferencia entre el proto-black y el resto del metal que fuera su contemporáneo, amén de todos los recursos empleados con el fin de poner de manifiesto este vínculo. Sin embargo, mientras que para Venom o Celtic Frost el demonio era una figura metafórica, para la escena noruega de black metal se trataba poco menos que de una presencia perceptible, a juzgar por sus actividades y declaraciones de aquella época. Tenemos que tener en cuenta que aquellas eran las voces de chicos muy jóvenes e impresionables, que se desdijeron de sus palabras ya entrados en la edad adulta. Estas ideas, sin embargo, parecen haber insuflado su En lucha contra la religión de Cristo: Beherit quemando un crucifijo hálito en el proceso de composición de las soberbias obras maestras de la época 1992-1993. No podemos saber hasta qué punto se desarrolló un culto al Maligno más o menos estructurado, pero queda fuera de toda duda que la vaga idea de una demonolatría está detrás de toda la estética visual que completaba la música y se ha convertido a día de hoy en signo distintivo de los músicos del estilo.

 La imagen del diablo, no obstante, surgía de una forma tan vehemente como vaporosa, y bajo ella empezó a surgir la imagen de algo que se concebía como relacionado y fue tomando cuerpo en detrimento de éste: el paganismo. Cuando se agotó el recurso al demonio, tan poderoso como hueco, el paganismo se perfiló como el sustituto perfecto, no solamente era tan anticristiano como aquel, sino que además, en vez de ser una burda inversión, o un antagonista frustrado, constituía una religión anterior al cristianismo, más original si se quiere, la metáfora perfecta del rechazo a la sociedad de herencia judeo-cristiana a la que se pretendía sustituir. El paganismo tenía además la ventaja de ser (haber sido) un credo institucionalizado y vertebrador de la sociedad, faceta de la que tanto la burda Iglesia de Satán de Antón LaVey como cualquier otro grupúsculo demonólatra carece. Nadie parecía saber muy bien cómo se iban a resucitar los cultos paganos, pero desde muy temprano los músicos de black metal comenzaron a girar los ojos hacía la manifestación más evidente de las religiones pre-cristianas, el panteón mitológico, que en el caso de los noruegos es increíblemente vasto, rico y está bien documentado, teniendo en cuenta el corto arraigo de la religión de Cristo en aquellas latitudes en comparación con regiones más meridionales. Así, Enslaved ya desde el principio dedicó sus discos a la mitología nórdica, Immortal se inventaron su propia tierra mítica en congelación perpetua, y durante los juicios Varg Vikernes manifestó estar al servicio de Satán y de Odín, ambos en pie de igualdad en su particular cosmogonía.

 Con el paganismo se introdujo poco a poco otro elemento que había estado vinculado a éste durante un tiempo, y goza desde el final de la II Guerra Mundial de la más absoluta reprobación en todo el mundo occidental: el nacionalsocialismo. En su carrera hacia laEste logotipo con águila imperial incluida acarreó a Slayer ser tildados de fascistas por muchos observadores externos que no se tomaron la molestia de averiguar a cuento de qué se utilizaba el símbolo extremidad más flagrante, era sólo cuestión de tiempo que el incipiente black metal moderno empezara a explotar ese filón. Ya el nacionalsocialismo había causado controversia en el mundo del heavy metal, aunque por lo general siempre de la mano de acusaciones venidas desde fuera hacia ciertos grupos por la utilización ambigua de ciertos símbolos visuales o referencias, como el águila imperial de la primera portada de Manowar o la canción Angel of Death de Slayer, que trata sobre los experimentos del infame Doctor Mengele en el campo de concentración de Auschwitz, pero nunca antes se había llevado el mundo las manos a la cabeza como cuando, ya encerrado en su celda en la sección de máxima seguridad de su prisión, Varg Vikernes se rapó el pelo al cero y se declaró nacionalsocialista convencido, relegando a su pasado adolescente los flirteos con el demonio, y repitiendo hasta la saciedad en multitud de artículos reflejados en las páginas web de sus admiradores su convencimiento de la necesidad de establecer en su país un partido nacionalista de extrema derecha que entroncara con la experiencia del gobierno Quisling en la Noruega ocupada por los nazis durante la II Guerra Mundial.

 A esas alturas, Vikernes había dejado de ser un músico de black metal, pero no fue el único en adentrarse en aquella controvertida senda. Los ya mencionados Graveland fueron uno de los primeros grupos en hacer gala desde sus inicios de una ideología de extrema derecha, mezcla de vaga xenofobia y un batiburrillo de nacionalsocialismo retórico y esotérico, con una lectura idealista y propagandística de los trece años de dominio nazi en Alemania, tendencia que fue seguida por los grupos afines y hoy es una constante en los grupos de black metal eslavos. Resulta irónico que hayan sido los europeos orientales quienes más fervientemente reivindiquen la vigencia de las ideas nacionalsocialistas, teniendo en cuenta que para los nazis los eslavos eran poco más que animales sólo aptos para el trabajo a condición de que se limitara rigurosamente el tamaño de sus poblaciones. La explicación a este fenómeno pasa seguramente por la lectura de su historia reciente, de la salida traumática de seis decenios de socialismo cuyas políticas acabaron en desastre y la necesidad de situarse en un punto diametralmente opuesto para ser capaces de pasar página, unido todo ello a la búsqueda de la postura más extrema, característica del heavy metal en general, y el black en particular. Lo mismo que ocurrió en Polonia a partir de los Portada de la más famosa de entre las oscuras grabaciones de Fullmoon, uno de los grupos polacos nacionalsocialistas menos discretos que dio aquella escena años noventa se dio más tarde en Rusia y otros países de la órbita ex-soviética, donde a día de hoy florecen las organizaciones neonazis abanderadas del nacionalismo más feroz y exaltado, que dirigen su furia contra los inmigrantes de otras razas provenientes de países meridionales de la Comunidad de Estados Independientes.

 Desde los primeros tiempos, el black metal moderno incorporó a su peculiar cosmovisión una tendencia hacia el fascismo, no sólo en su incitación a la violencia y práctica de la misma, sino en la propia concepción del ideal de fortaleza y libertad al que aspiraban. Son notorias la polémica de la primera edición del Transilvanian Hunger de Darkthrone cuya contraportada exhibía la máxima Norsk Arisk Black Metal («Black Metal Noruego Ario»), reemplazada más tarde por el más célebre True Norwegian Black Metal, y las declaraciones de Samoth e Ihsahn de Emperor sobre la inevitabilidad de que los fuertes se impongan sobre los débiles y los eliminen, e incluso la pasión manifiesta de Euronymous por los regímenes dictatoriales y homicidas. Todo esto refleja la ambigüedad propia de un estilo extremista entre lo que se puede estar diciendo sinceramente y lo que responde a la intención provocadora y metafórica que forma parte de la propia estética musical. Pero igual que sucedió cuando los grupos noruegos tomaron al pie de la letra las invocaciones satánicas de Venom y otros grupos de proto-black, el pagan metal eslavo creyó a pies juntillas en aquellas fórmulas y las incorporó a su acervo como rasgos sine qua non que vertebrarían su filosofía y al mismo tiempo le condenarían a un doble ostracismo, el de ser un elemento marginal dentro de una comunidad ya de por sí muy periférica, y todo ello por ser fiel a unos ideales que no parece haber trillado del todo.

3. El black metal como movimiento romántico

 Hemos hablado en las líneas anteriores de rebeldía y satanismo, dos imágenes que el black metal hizo suyas desde el principio. Hay otras referencias, no obstante, que son más intrínsecas al género, puesto que constituyen la motivación y justificación del propio hecho musical, aunque resulten menos visibles y más difíciles de identificar. Este cuadro de Caspar David Friedrich expresa en esencia lo mismo que el black metal, la grandeza inherente a una concepción individual, valiente y respetuosa de la belleza cruda del mundo natural Es posible diseccionar el estilo en una serie de temas recurrentes, cuya expresión en lenguaje musical es aquello que lo hace diferente de otras corrientes de heavy metal y de música popular en general. La lista más o menos exhaustiva de ismos vendría a ser la siguiente: naturalismo, dualismo (entendido como oposición entre el bien y el mal), nacionalismo, historicismo, heroísmo, individualismo y atavismo . Un observador perspicaz se dará cuenta de que todos estos rasgos corresponden a muchas de las características del romanticismo, entendido como movimiento artístico condicionado por una «actitud o estado mental que se alía con lo individual, lo subjetivo, irracional, imaginativo y emocional». El heavy metal en su conjunto también puede adherirse a esta descripción, pero de una forma mucho más implícita y rudimentaria, y desde luego, está mucho más pegado a la fórmula del rock y alejado de las estructuras clasicistas propias de parte del metal extremo. He aquí una lista más detallada de los elementos románticos (en sentido estricto) presentes en el black metal:


Naturalismo

 El black metal extrae gran parte de su simbología de la naturaleza, entendida en su faceta de polo opuesto de la civilización. La figura del lobo es muy empleada, como metáfora del fuerte que elimina a su presa, más débil, y los bosques son omnipresentes, en especial en el caso noruego, reflejando la profunda conexión ancestral con el entorno natural. La naturaleza en Ildjarn logró lo que en apariencia era imposible: evocar mediante medios electrónicos y artificiales el aspecto más primario de la naturaleza el black metal es un ser de dos caras, por una parte es positiva por ser lo natural ergo lo auténtico, y por la belleza sublime que a menudo muestra, por otra evoca negatividad por tratarse del reino propio de los animales donde la vida entera es una lucha por la supervivencia y cada segundo una nueva oportunidad de ser devorado. El black metal acepta las dos y las considera igualmente válidas, y complementarias para el mantenimiento del equilibrio del universo y el flujo de la vida. La mayor parte de los proyectos más ambientales (Burzum, Ildjarn, Drudkh) recrean con motivos naturales el eterno ciclo de la vida en el que belleza y muerte se entremezclan en una regeneración continua.

Dualismo

 La religión cristiana separa el mundo en dos polos, uno bueno y deseable, otro malo y a evitar. Dios es todo bondad, y si no fuera por la presencia inquietante de Satanás sobre la faz de la tierra, en el mundo reinaría el bien, el Reino de los Cielos venido a nosotros. Esta concepción maniqueísta ha empapado la conciencia laica de tal modo que todas las utopías tienen por objeto la consecución de un mundo de paz perpetua y armonía, aún cuando salta a la vista que no se puede estar en paz permanente ni siquiera con el vecino de toda la vida. El black metal acepta lo que comúnmente se denomina bien y mal como Emulando a los reyes del pasado, Grutle Kjellson de Enslaved en la portada de su disco Eld partes integrantes de un todo, y lo más importante, no moraliza, consciente de que para aproximarse a la comprensión del mecanismo de la vida es preciso tener en cuenta que bien y mal son dos categorías subjetivas, cuya delimitación depende del propio individuo, y en general suele cambiar de una persona a otra. Reconoce, también, que algunas veces hay que hacer sacrificios a cambio de un bien mayor. De ahí todo el énfasis en las diversas manifestaciones de la malignidad, para dejar patente que a pesar de lo mucho que la moral social quiera negarlo, el odio y la violencia serán siempre partes integrantes del ser humano y de la sociedad, y ocultarlo vendría a ser como ponerse una venda en los ojos y después extrañarse por no poder entender lo que pasa alrededor. La estética musical deliberadamente horrenda propia del estilo es una reivindicación del lugar preeminente que lo feo y lo terrible tienen en la vida, a pesar de haber sido destronados por siglos y siglos de moralismo.

Nacionalismo

 La mayor parte de los grupos exhibe referencias nacionalistas, empezando por la clásica división en escenas nacionales y terminando por las proclamas ultranacionalistas de los grupos de pagan metal de Europa Oriental. El nacionalismo es uno de los leitmotiven del romanticismo, en tanto que afirmación particularista de una comunidad con respecto a las demás, rompiendo con la distinción tradicional entre países que suponía la confesión religiosa antes del siglo XIX. Esto nos lleva en el caso del black metal a un reconocimiento y potenciación de la diferencia, a una profusión de los motivos naturales o culturales del país de origen (el bosque y el frío en Noruega, el folk eslavo en el pagan metal, la cultura clásica en el black metal griego), la aparición de híbridos de metal extremo y música tradicional del país (Isengard, Lord Wind, Wongraven, Temnozor) o reinterpretación de la herencia musical en clave heavy metal (Storm, Nokturnal Mortum, Enslaved) y el empleo de los idiomas nacionales para la composición de las letras, a contracorriente de la inmensa mayoría de estilos musicales en la actualidad, que utilizan casi invariablemente el inglés. El nacionalismo sigue siendo a día de hoy uno de los recursos más habituales de los opositores a las implicaciones culturales del nuevo mundo globalizado, pero no hay que engañarse, en general rara vez implica preservación o conservadurismo verdaderos, porque para ensalzar virtudes teóricamente autóctonas y originales se emplean técnicas foráneas e incluso universales, como son el propio estilo del black metal o las influencias que éste recibe de la música clásica europea.

Historicismo y atavismo

 Al igual que hicieron en su momento muchos poetas y escritores románticos, el black metal se nutre de antiguos textos poéticos, leyendas y cuentos populares para su inspiración, o sencillamente de la atmósfera que todos estos suelen transmitir. Algunos grupos retoman temas de sagas ancestrales (Enslaved con las Eddas islandesas), motivos arcaizantes de la literatura moderna (Burzum con las obras de Tolkien) o simplemente imprimen un aire nostálgico y atávico a sus composiciones, como Darkthrone o Emperor. En un género naturalista como es el black metal, la pureza primigenia de la vida salvaje es evocada como antítesis de la civilización moderna, y la inclusión en términos musicales de la nostalgia atemporal La mixtura de oscuridad con elementos guerreros y arcaizantes es una constante dentro de la iconografía del black metal; aquí, portada del single Reverence del grupo Emperorpropia de todas las narraciones añejas contribuye a reforzar ese mensaje de perfección perdida. En esta deriva melancólica, el black metal se aleja considerablemente de los demás géneros de heavy metal, más inmediatos y menos emocionales, y al mismo tiempo más limitados en su capacidad de evocación. Un ejemplo de esto lo tenemos en los nombres de los propios grupos. Mientras que las primeras formaciones de heavy metal solían bautizarse con apelativos agresivos o inquietantes (Iron Maiden, Motörhead, Judas Priest) y las de death metal optaban por fórmulas apocalípticas o sencillamente atemorizadoras (Morbid Angel, Deicide, Immolation, Suffocation), los grupos de black metal moderno han hecho gala de un gusto por lo antiguo y grandilocuente, como los superlativos Emperor («emperador») o Immortal, los poéticamente oscuros Enslaved («esclavizados»), Darkthrone («trono-oscuro»), Ildjarn (en noruego, «hierro ígneo»), Necromantia, Varathron (en griego, «abismo profundo») o Graveland («tierra de tumbas»), o los tolkienianos Burzum y Gorgoroth. Mayhem y Rotting Christ no entran dentro de este parámetro, por ser nombres asociados a la primera orientación musical de cada grupo, grindcore en el segundo caso, pero los ejemplos antes mencionados sirven para demostrar la voluntad manifiesta de reivindicar tiempos pasados, antiguas costumbres y formas de vida juzgadas más primitivas y más puras.

Heroísmo e individualismo

 Se suele oír describir al black metal como un género «misantrópico», el mismo adjetivo que muchos de sus seguidores utilizan para definirse a sí mismos. Esto se debe principalmente al hecho de que muchas de sus letras y proclamas reivindican un desprecio por la humanidad en su conjunto, definida como un rebaño necio e indolente desmerecedor del mínimo atisbo de piedad. No se trata tanto de una pose como de una imagen; salvo excepciones muy concretas, nadie es absolutamente asocial hasta el punto de adherir literalmente a soflamas de este tipo. Portada de Battles in the North de Immortal: ¿Unos modernos Caminantes de Friedrich vistos de frente?Lo que en realidad se intenta decir es que desde el punto de vista social los seres humanos actúan de forma gregaria e inconsciente, y sus interacciones suelen limitarse a un contacto superficial y desganado. En este punto el black metal es radicalmente individualista, representa la exhortación del individuo que ve más allá hacia la consecución de grandes metas que trasciendan lo mundano e inmediato, hacia mayores grados de expresión personal, de valentía por descubrir y experimentar todo lo positivo y lo negativo que se esconde detrás del velo de mediocridad que ensombrece y atenaza la existencia del hombre moderno. Este grito es el mismo que lanzaron los primeros románticos cuando se opusieron a la armonía del clasicismo y reclamaron el dualismo inherente a la naturaleza humana, esto es, el deseo de morir, porque la muerte tiene un sentido, unido a la afirmación gloriosa de la vida en todas sus facetas, incluidas las más sombrías. Oponerse a la sociedad en su conjunto es rechazar el plan encorsetado y asfixiante que ésta tiene preparado para cada individuo de su prole, clamar por la libertad y la subjetividad personales frente a la amenaza de cualquier sistema mecánico que limite el potencial de la experiencia humana. Esto tiene un nombre, y se llama heroísmo, término que define la realización a través de la pura voluntad de un esfuerzo individual que tiene por resultado actos extraordinarios a ojos del prójimo. He aquí una de las razones por las que black metal resulta un género musical tan poderoso y dinámico tanto para sus simpatizantes como para sus detractores; contiene un mensaje dirigido a individuos fuertes e intrépidos, y en el seno de la gran familia humana hay muy pocas personas que compartan estos rasgos.


 Todos estos temas o constantes están integrados implícitamente en el género, y obviamente son difícilmente detectables en escuchas superficiales, o para personas ajenas al mismo. Muchos de los fans del black metal no sabrían expresarlos en palabras, principalmente porque se hallan codificados en lenguaje musical, con signos extremos y disonantes. Quien quiera encontrar una exposición discursiva que se remita a los filósofos, a los escritores, a los poetas incluso, aquí se trata de sentimientos, y la percepción es tan subjetiva como la propia expresión. Desde sus primeros pasos a principios de los años noventa, el black metal y su mensaje se han visto expuestos, con motivo de su relativa popularidad, a la aparición de múltiples híbridos así como de una visible comercialización, dos aspectos que han supuesto una disolución más o menos sustancial de su entidad estética y filosofía iniciales, pero las ideas no mueren aunque quienes las evoquen enmudezcan, y en cualquier grupo del género que no se pliegue al criterio de las cifras de ventas ni se guíe por las modas o por la obsesión de sonar cool o guay encontraremos más o menos disimulados todos los valores antes desglosados, en lo que musicalmente constituye hasta la fecha el último y más mortífero estertor del alma romántica exaltada. Todo lo demás es entretenimiento, hecho que acaba saliendo a la luz cuando los grupos de moda cambian de estilo o se reconvierten con la mayor de las ligerezas, seguidos miméticamente por sus fans, mientras los clásicos permanecen. Esa es la diferencia entre lo que es arte y lo que no.


V – Presente y futuro

 Todo lo que hemos contado y descrito anteriormente queda ya unos cuantos años atrás. Evidentemente, desde aquellos días la música heavy metal ha experimentado ciertos cambios, pero no han sido del mismo tipo y calado que los precedentes. Mientras desde el periodo que discurre entre 1978 y 1994 las sucesivas oleadas de estilos se han ido solapando unas a otras, a posteriori se llegó a una fase que podríamos denominar de estagnación con florecimiento relativo de todos los estilos y diversos procesos de hibridación. Eso es lo que explica que, por ejemplo, el sonido black metal no haya cambiado sustancialmente desde 1996, pero los grupos que han ido surgiendo desde entonces son legión (16.790 frente a 11.770 de heavy clásico en la Encyclopaedia Metallum en julio de 2009), y los híbridos (death/black, black/doom, black/gothic...) son incontables.

 El black metal es un estilo muy variado, cuyos exponentes difieren mucho más entre sí de lo que podrían hacerlo los grupos de death metal. Esta sencillez de base determina que las escenas nacionales surgidas después de la noruega presenten rasgos diferenciadores y definitorios, como es el caso del black metal con fuerte profusión de teclados del Austrian Black Metal Syndicate de Viena (Abigor y sobre todo Summoning, entre otros), las enigmáticas y oscuras Légions Noires francesas (siguiendo la estela de Un grupo de black metal posterior a 1997: los suecos Watain Mütiilation), el híbrido entre black y thrash de los grupos australianos (Deströyer 666, Urgrund), el black/death melódico sueco (Watain, Sacramentum) o el black metal ambiental de Ucrania (Drudkh, Hate Forest). Ninguna de estas escenas ha desembocado en el nacimiento de un nuevo género del metal en pie de igualdad con el resto, pero constituyen todo un bosque de matices que ilustran el vasto mundo en que se ha ido convirtiendo el black metal desde su creación. En el mundo hispanohablante, hay que confesarlo, no ha sido un campo muy cultivado. Salvo un par de honrosas excepciones mexicanas (Xibalba y Avzhia), no hay grupos de renombre que hayan trascendido de una reducida fama a nivel local, y en España, que por otra parte es sede de una prolífica escena grindcore con proyección internacional, las formaciones de black metal no han pasado de seguir a tal o cual referencia; los más renombrados, Nazgul, son una copia ibérica de Veles de quienes incluso calcan algunos riffs, Berserk o Crystalmoors beben al mismo tiempo de grupos noruegos más folclóricos tipo Satyricon o Borknagar así como de los distintos exponentes de la escena eslava.

 A pesar de su variedad, y de ser su fórmula el resultado de toda una evolución musical que se extiende a lo largo de casi tres décadas, el black metal resulta en sí tan simple que es muy fácil de copiar e imitar, y con mínimas nociones de cómo tocar un instrumento se puede montar un proyecto que no suene del todo torpe, cosa que con el death metal, mucho más Neptune Towers, el proyecto de synth ambient del batería de Darkthrone técnico, resultaría difícil. Junto a todas esas escenas que hemos nombrado en el párrafo anterior, también vio la luz, sobre todo a partir de 1996, una multitud de grupos mediocres, indistintos y aburridos, cuya máxima virtud era perpetuar la «pureza» de un estilo en el que ellos eran meros aficionados. Los grupos primigenios se dieron cuenta bien pronto de las limitaciones que empezaban a perfilarse en las fronteras del estilo recién creado. Quizá ante la imposibilidad de poder «ir más allá», algunos grupos, como Immortal o Enslaved, decidieron desandar camino remitiéndose a una versión heavy metal más moderada de su propio estilo. Los más visionarios, en un gesto que hoy escandalizaría al underground más conservador, apostaron decididamente por la música electrónica que en aquellos años estaba en plena expansión, traduciendo a un lenguaje completamente distinto el mismo mensaje transmitido a través de su black metal crudo y terrible: Burzum pasó a componer música neoclásica con la ayuda de un sintetizador, Fenriz de Darkthrone firmó bajo el nombre de Neptune Towers dos discos de un proyecto en onda Tangerine Dream, Marko Laiho de Beherit alumbró una de las piezas que sin ser puramente black metal es una de las que mejor ilustran el aspecto esotérico del género e Ildjarn transformó en electrónica ambiental lo que antes era black metal atmosférico, dos vistas sobre un mismo paisaje.

 A medida que los pioneros se iban retirando, como hemos dicho, las bajas en sus filas empezaron a ser copadas por un número creciente de recién llegados. Estos son los años en que al calor de su leyenda negra y del impacto musical de los primeros grupos, el black metal comienza a adquirir cierta celebridad en círculos reducidos y un estatus de culto. Sin dejar en casi ningún momento de estar al margen del gran mercado de la música, empezó a plegarse a las exigencias de una cantidad creciente de nuevos fans, para quienes el estilo debía volverse más accesible si quería conservarlos a medio plazo. En este punto ocurrió lo mismo que con el hardcore punk, grindcore, speed metal y death metal al constituirse como géneros consolidados: levantado el edificio, y retirados sus constructores, en él se instalaron individuos con menos talento que imitaron la técnica y la estética sin ser capaces de crear el contenido que hizo a ambas diferentes. Las metáforas de antaño se tornaron axiomas literales, las innovaciones, normas, y el deseo de llegar a una mayor audiencia propició que se tomara por «evolución» lo que venía a suponer la muerte creativa de cualquier estilo extremo, esto es, su fusión con la música popular, para crear en el caso que nos ocupa un híbrido que, de no sugerir involuntariamente parentescos con la música soul, podríamos denominar black rock o black hardcore.

 La popularidad no es negativa per se, como lo demuestran la actitud razonable y la dignidad de muchos grupos grandes, ni tampoco lo es la fama merecida del artista consagrado, de la que también gozaron y gozan los primeros grupos noruegos, pero cuando se convierte en la máxima prioridad, unida a un gusto por fabricar a toda costa algo «nuevo», que por lo general, con las prisas, no es sino una mezcla de cosas existentes, es capaz de hundir hasta al estilo más recio, como lo era el black metal. Bajo la etiqueta black metal se hicieron populares grupos como Cradle of Filth, Dimmu Borgir o incluso Children of Bodom, grupo que ni siquiera se define como tal, sino como death metal, a pesar de sonar a power metal camuflado. Saltaron a la fama porque se les ocurrió mezclar, con gran éxito, la leyenda del estilo que decían representar con un popurrí musical más o menos agresivo que era un refrito de otros grupos más antiguos (Judas Priest o Iron Maiden con las voces de Emperor y la batería de Mayhem), bajo un envoltorio oscuro y malvado pero no demasiado, lo suficiente como para que personas normales y totalmente anodinas pudieran sentir, en cierta medida y desde la comodidad de sus vidas triviales, que ellos también «formaban parte» del black metal, como adolescentes deseosos de que se les deje participar en algo. En general, la visión y el Dani Filth, cantante de Cradle of Filth, te recuerda que si te lo propones, tú también puedes ser gótico, black metalero, transgresor, molón y profundamente ridículo, todo al mismo tiempo conocimiento mayoritario que se tienen del black metal se basan en esos grupos, y solamente quienes los dejan atrás y descubren lo que hay más allá llegan a una comprensión más completa del fenómeno, y a lo verdaderamente interesante.

 Siguiendo la estela de esos grandes nombres, otros muchos grupos nuevos llegaron al black metal, ansiosos de poder tomar parte en algo que estimaban más grande que ellos mismos, estableciendo toda una red endogámica de fans, sellos, fanzines, páginas web y distribuidoras que produjeron toneladas de discos «nuevos» monótonos y perfectamente intercambiables, que carecían de la frescura e intensidad del primer black metal moderno. Ese sistema prevalece hasta ahora, manteniendo un concepto rancio y fosilizado del estilo en el que los únicos aires nuevos son las publicaciones recientes, todas iguales a las anteriores. Lo que aquí reina es la otra cara de la popularidad, la que se da a nivel underground, una especie de microsociedad con todas sus normas reproducidas a pequeñísima escala, en la que lo importante no es tanto la calidad de lo que hagas, sino que las demás personas de la escena te conozcan y respalden lo que haces, pensamiento que está en las antípodas de la filosofía del black metal, si recordamos que surgió como rechazo al resto del metal existente y a la comercialización del género. Esta constatación puede llevarnos a la triste conclusión de que, a partir del momento en que un género artístico se abre al gran público, el rabioso debate de ideas que lo engendró se convierte en una carrera por ver quién está más asimilado a él o sabe más al respecto, quién colecciona más objetos de mercadotecnia derivados (camisetas, gorras, libros, mochilas, parches...), haciendo que la presunta disidencia intelectual encarnada en el nuevo movimiento pase a ser una mera afirmación de afiliación a través del consumo. Resulta asombroso ver lo rápido que nuevos estilos de música extremos y asociales son engullidos por el mecanismo de la industria, pero esto se explica en virtud de una doble demanda en apariencia contradictoria, mas perfectamente equilibrada, por parte del público: la incesante producción de nuevas obras rompedoras e insólitas en apariencia, pero convenientemente limadas y endulzadas para que no resulten demasiado ásperas ni amenazadoras, con el fin de que puedan ser de fácil acceso y comprensión para todo el mundo.

 Se suele oír decir a muchos aficionados al género la frase recurrente según la cual el black metal «está muerto». En sentido literal, supone una afirmación errónea, porque a día de hoy hay más grupos de black metal en activo que nunca, y probablemente el número de fans también vaya en zaga. La expresión se refiere probablemente al hecho de que desde 1996 el estilo no ha variado mucho, y la gran mayoría de formaciones que han surgido con posterioridad derivan más o menos visiblemente de uno u otro grupo en concreto. En algunos foros de internet centrados en el tema, se expresa a Pintarse la cara y cubrirse de pinchos es un símbolo, un medio, si lo convertimos en fin y en requisito indispensable acaba perdiendo su función y se convierte en una mera payasada menudo la necesidad apremiante de hacer «evolucionar» el black metal a su próxima fase, produciendo un salto evolutivo similar al que hizo que éste surgiera del death metal, y éste último del heavy clásico. Esta obsesión por innovar se manifiesta especialmente en algunos de los fans más jóvenes, pero debería examinarse detenidamente antes de aceptarla como axioma. En primer lugar, rara vez la evolución es consciente, no es algo que se pueda precipitar. Los sucesivos estilos del metal han ido surgiendo muchas veces con la mira puesta en el pasado, con la idea de recuperar un espíritu que antes existía pero se perdió, de forma parecida a lo que debieron de pensar los prerrafaelitas cuando esbozaron un nuevo movimiento artístico remitiéndose a los primitivos italianos y flamencos de cuatro siglos antes. Por otra parte, cuando la evolución se concibe como algo intrínsecamente positivo, y se confunde con un mestizaje plano y mal digerido buscando escribir en solitario la siguiente página de la historia de la música, existe una gran probabilidad de que se esté dando vueltas en círculo en pos de lo que no se puede encontrar por mera voluntad. La fiebre de la innovación parece ser uno de los signos de nuestro tiempo, y desde luego en la música está haciendo estragos desde los años noventa, recuperando regularmente y sin el menor pudor material de las cuatro décadas anteriores para regurgitarlo con un leve barniz de modernidad y seguir vendiendo más discos.

 Ante esta barrera creativa, cabe preguntarse por qué debería uno necesariamente esforzarse por romper esquemas y sonar diferente, o como les ocurre a muchos, tener la ilusión de estar lográndolo. Si es cierto lo que a todas luces resulta evidente, que el black metal lleva cierto tiempo en un estadio de estagnación, ¿por qué no aprovechar para indagar en lo que se ha hecho anteriormente? ¿Por qué no rescatar a los grupos e influencias valiosas que se quedaron en la sombra del tiempo y aprender de ellos? Esto valdría tanto para los músicos como para los fans del black metal contemporáneo. Convendría apartar de nuestra mente la idea moderna de que sólo lo más nuevo es válido, y conforme a la filosofía atávica del black metal, volver la vista hacia el pasado y recuperar lo que hay en él de bueno. En general, los pocos grupos actuales que merecen la pena pertenecen todos a la categoría que podríamos tachar de «tradicionalista», por recrearse en las manifestaciones establecidas del estilo. Casi todos los que probaron la vía fácil prometiendo una nueva era (fusión con la electrónica –el industrial black metal de MZ.412–, con el folk –el celtic black metal de Cruachan y otros–, con el rock –el black n’ roll de Carpathian Forest–) han pasado al olvido o sobrevivido muy discretamente, mientras los clásicos permanecen. ¿Por qué? Porque hacer cosas realmente nuevas requiere grandes dosis de paciencia, trabajo y también de azar, y además, porque no se puede dar por hecho que el futuro del black metal tenga que pasar necesariamente por un recrudecimiento del estilo como ha sido el caso en metamorfosis anteriores del género; no es improbable que su vástago, de llegar a nacer, posea unos rasgos absolutamente irreconocibles y aún así mantenga en esencia su filiación.

 Tal vez haya llegado la hora para el black metal de abordar su madurez de una forma exhaustiva y prolífica. Después de su fascinante evolución, partiendo del rock duro a través del heavy metal hasta convertirse en una forma de arte única y sublime, no ha dejado mucho margen para una innovación interna, por lo que quizá podría, igual que los poetas cuando dejan atrás su juventud, profundizar en lo conseguido y celebrar la cultura que ha sabido establecer. Ocurra esto o no, hay que mantener sobre el panorama más reciente una mirada crítica y muy amplia. No Beethoven revolucionó la música de la única manera posible, bebiendo de la tradición, sin ambición alguna por ser el más original y trabajando duro en cada empresa que acometía conviene alabar discos mediocres solamente por ser los mejores en su año de publicación (las listas de lo mejor del año carecen de sentido más allá de lo puramente recapitulativo) y, al mismo tiempo, habría que tener en cuenta que los músicos novatos y torpes de hoy pueden ser los genios del mañana. Es importante también distinguir entre «tradicionalistas» más o menos interesantes como puedan ser Varathron, Sammath, Sorcier des Glaces, Macabre Omen, Mgła, Graveland o Archgoat y la maraña de grupos cuyo único mérito es hacer hoy lo que otros hacían antes, apelando a la nostalgia para ocultar su pura mediocridad y falta de ideas. No es muy sensato vivir a la espera de una nueva revolución, ni tampoco es indispensable ser partícipe de algo con el único mérito de haber estado al tanto. Aunque la mayoría de los subgéneros del metal sobreviva de sus rentas, parcialmente desgranados en nuevos géneros mixtos de muy baja calidad, como el metalcore en torno al año 2000 o el post-metal algo después, no deberíamos angustiarnos por el futuro, sino centrarnos en lo importante, lo que nos ha sido legado y nadie será capaz de arrebatarnos nunca: el vasto acervo del heavy metal en general, y el del black metal clásico y moderno en particular.

Belisario, agosto de 2009


 Pasados seis años desde la publicación de este extenso artículo, y casi los mismos desde que éste dio pie a la página web que lleva el mismo nombre, se planteó la necesidad de actualizarlo, entre otras cosas, para dotarlo de un salto de línea bastante beneficioso para la legibilidad. Al repasarlo de principio a fin, no he visto que sea indispensable modificar demasiados puntos, siendo las cuatro primeras partes más bien atemporales, por lo que me he limitado a corregir expresiones y pequeños detalles derivados de mi inexperiencia de entonces al escribir sobre música, y a modificar por completo la selecta lista de grupos que siguen siendo interesantes, puesto que todos ellos, sin excepción, ya no existen o bien han perdido buena parte de lo que los hacía destacables (la lista anterior incluía los siguientes nombres: Averse Sefira, Drudkh, Antaeus, Katharsis, Clandestine Blaze, Deathspell Omega y Nocternity). Inicialmente me plantée reescribir la quinta y última parte del ensayo, la única que ha quedado un poco anticuada, pero he preferido añadir un apéndice al final que se limite a registrar los escasos cambios ocurridos durante el último lustro, así como la evolución de mi propia perspectiva, con la idea en mente de que el contraste entre mi visión de antes y la de ahora puede ser más revelador e informativo que una mera reelaboración.

 A grandes rasgos, el panorama del black metal no ha cambiado demasiado con respecto a 2009. La ola de grupos de black metal ortodoxo, aún en boga por aquel entonces, terminó por agotarse para dejar paso a un nuevo híbrido entre death y black metal más denso y potente, con temáticas más esotéricas que satánicas, pero sin que ello haya alterado sustancialmente al género en su conjunto. El black metal sigue siendo popular, y todavía existen miles de grupos, cuyo número sigue creciendo, que copian el estilo antiguo en alguna de sus formas consagradas sin aportar el mínimo atisbo de originalidad. Curiosamente, a diferencia del black metal, que permanece en el mismo estado de estagnación y entropía que hace años, en el death metal ha habido una mejora cualitativa con la aparición de cierto número de grupos que reivindican estilos del pasado para expresar su propia voz, a menudo inspirados en un grupo poco imitado hasta la fecha como es Incantation. Mi texto de 2009 era muy crítico con el tedio y la falta de originalidad de la gran mayoría de grupos de black metal desde mediados de los noventa. No he abandonado esa idea del todo, pero sí que la matizo más que entonces, ya que no he dejado de descubrir periódicamente nuevos grupos y discos que sí merecían la pena, por razones diversas y en distinto grado.

 A la hora de abordar el black metal en su conjunto, no creo que la postura según la cual nada posterior a 1996 merece la pena sea del todo acertada, pero tampoco comparto el punto de vista de quienes se entusiasman con varios grupos nuevos cada mes por los pequeños matices y detalles que a duras penas consiguen disfrazar lo que tan sólo es una nueva versión de lo mismo de siempre. Mi visión actual es, quiero creer, más fundamentada y conciliadora que antaño, pero no más indulgente ni condescendiente. Los días en que el black metal era original, nuevo y rompedor quedan muy atrás, y no volverán nunca de la misma manera, pero lo cierto es que entre los discos clásicos que uno aprecia y a los que siempre puede volver, aquellos que quedan por descubrir y los diez o doce realmente buenos que salen cada año, hay más que de sobra para llenar toda una vida, por no mencionar que gracias al desarrollo de Internet hoy en día es posible acceder a una ingente cantidad y diversidad de material antiguo, cosa que en la primera época habría sido impensable. Uno debe vivir sin nostalgia ni remordimientos, centrándose en toda la energía y el oscuro poder que emana de esta música que existe desde hace casi tres décadas y no parece tener visos de agotarse pronto.


Belisario, octubre de 2015


Fuentes

I - Antecedentes: Para trazar la historia del heavy metal desde sus orígenes, me he basado principalmente en la ingente fuente documental de la American Nihilist Underground Society (ANUS), en especial en los artículos de fondo History of Heavy Metal Music and the Metal Subculture y The Philosophy of Heavy Metal.

II - Génesis: He recreado la trayectoria de los primeros grupos noruegos y las verdades y leyendas sobre el presunto Inner Circle ciñéndome a lo plasmado por Michael Moynihan y Didrik Søderlind en Lords of Chaos [Feral House, 1998] (páginas 33 a 170). Se ha criticado este libro acusándolo de ser partidista y poco objetivo, calificativos que escasamente le hacen justicia al menos en lo referente a la historia de los grupos pioneros, pues todo el contenido referente al underground noruego está compuesto casi íntegramente por entrevistas a los implicados, no se vierten juicios de valor, y además de estar exquisitamente bien escrito, el texto constituye una de las pocas fuentes que aborden el black metal con la seriedad y el rigor que caracterizan a un verdadero periodismo. Por desgracia no existe traducción al castellano.

III - Grupos: He empleado los datos presentados por la Encyclopaedia Metallum, probablemente la fuente de información en línea más extensa sobre grupos de heavy metal, y una de las más fiables, así como las reseñas del Dark Legions Archive de Anus.com.

IV - Filosofía: El primer apartado y sobre todo el tercero beben en cierta medida de lo expuesto en distintos artículos de Anus.com. Tomé contacto con la idea del black metal como movimiento romántico a través de aquellas páginas, pero la presente elaboración, aunque muy inspirada por las fórmulas de éstas, es cosecha propia. Para la definición del romanticismo y sus características, he utilizado el artículo Romanticism de la Encyclopædia Britannica (Micropædia), 15ª edición revisada de 1985.

V - Presente y futuro: Las constataciones sobre el giro a la música electrónica de un número significativo de músicos pioneros así como la relativa al black hardcore y otros signos de decadencia del black metal con posterioridad a 1996 proceden de Anus.com, el resto de conjeturas e ideas son fruto de la experiencia.





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