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ABRIL DE 2020 - NECROPHILIAC -
NO LIVING MAN IS INNOCENT (2020)


 Nuestra primera reseña de 2020 está dedicada a un disco muy especial, ya que marca el retorno de los sevillanos Necrophiliac, cuya última publicación original apareció hace la friolera de 28 años (!). Tras su temprana disolución a principios de los noventa, el grupo volvió a juntarse en 2016, año en que vio la luz un recopilatorio con todas sus grabaciones, bajo el título Maze of Forking Paths, y desde entonces ha tocado en directo en varias ocasiones. A la vista está que la reunión también ha dado sus frutos en forma de nuevo material, que ha dado de sí lo suficiente como para llenar un álbum completo. Lo publica Xtreem Music, un sello cuya encarnación anterior, Drowned Productions, ya se encargó de sacar su legendario debut en 1992, Chaopula: Citadel of Mirrors, tal vez el mejor disco de death metal grabado en la piel de toro. Ante la eterna disyuntiva entre hacer más de lo mismo o cambiar radicalmente de estilo, el grupo ha optado por una actualización depurada y sistemática que a todas luces brinda fantásticos resultados.


Necrophiliac - No Living Man is Innocent (Xtreem Music, 2020)


 Tan mítico como escasamente conocido, este grupo representa la encarnación más genuina dentro de la escena española del death metal primigenio, el de la primera escena estadounidense. Al escuchar sus grabaciones a caballo entre los años ochenta y noventa, los paralelismos con la escuela de Florida son evidentes, en especial con Death y Obituary, pese a que en las manifiestas influencias de otros grupos europeos, como Nihilist o Asphyx, salga a relucir que también estaban atentos a las demás novedades de la época. Este fundamento está también presente en el nuevo disco, aunque en él se adopta un nuevo enfoque más amable, fluido y melódico, perceptible desde el primer momento. Se escuchan más solos que antes, y las guitarras se dan más margen para deambular a su antojo, pero sin perder nunca la coherencia. Dos elementos permanecen inalterados: la batería, que sigue siendo discreta y suave, en un lejano segundo plano, y la voz, que mantiene toda la potencia y fiereza de antaño y, por fortuna, ha dejado atrás aquella distorsión ochentera recurrente que tan mal ha envejecido con los años. Lo que sí conserva es el mismo inglés sorprendentemente decente, un rasgo que sobre todo a principios de los noventa era realmente admirable.

 Al igual que en su encarnación original, la música de Necrophiliac no se caracteriza por exhibir riffs demasiado llamativos ni asaltos frontales a toda caña. Como en muchos de los grupos de death metal clásico menos machacones, el secreto está en la combinación de elementos sencillos mediante estructuras complejas y un fino manejo de los ritmos y las contraposiciones. El conjunto resultante es claramente superior a la suma de las partes, y eso redunda en temas bien hilados que seducen y atrapan, hablen de asesinos, catástrofes nucleares u horrores abstractos como es el caso, o de temáticas más escabrosas como lo fue en su momento, aunque siempre con un trasfondo de mitología oscura y críptica. Así, las melodías cromáticas y los enjambres de riffs de gran sencillez son los recursos empleados, combinándose entre sí con verdadera pericia organizativa para cumplir distintas funciones y desarrollar cada canción como un ente individual y diferenciado. Este es el proceder que identifica al estilo de la vieja escuela propiamente dicho y, como el mejor death metal, consigue sonar arquitectónicamente grandioso y deslumbrante sin dejar de resultar enrevesado y maléfico.



 Esta capacidad de organización de la que acabamos de hablar es la que determina que la música del grupo funcione a pesar de haber modernizado su sonido, ya que el método de composición sigue siendo igual de sólido: las ideas subyacentes modelan el orden de los elementos de cada canción, en lugar de ser dichos elementos los que traten de buscar un sentido siendo ordenados sin una planificación previa. El álbum en su conjunto es también más relajado y ambiental comparado con su lejano predecesor, asemejándose en cierto modo a las obras de Desecresy, en una versión más armónica y menos deshumanizada. Aunque quizá el paralelismo más claro, en términos de sonido al menos, es con la ligereza de unos Supuration, que al igual que Necrophiliac también ocultaban una gran densidad de contenido tras una simplicidad y levedad aparentes. Todo esto consigue que el disco, pese a su duración considerable, casi cercana a una hora, no se haga nada largo ni excesivo, puesto que cada tema se extiende exactamente durante el tiempo necesario.

 El regreso de Necrophiliac, como se ha visto, cumple todas las expectativas al ofrecer una continuación de aquello que el grupo empezó a desarrollar hace ya tres décadas y se vio truncado tras una trayectoria injustamente corta. Si los grupos españoles de metal extremo lo tuvieron difícil en las grandes ciudades durante los noventa, no es difícil imaginar cómo serían las condiciones en un pueblo de la provincia de Sevilla. Sus músicos tenían talento y visión, y algunos lamentarán que no se hicieran tan grandes en su momento como otras formaciones incipientes de death metal europeo, pero al menos lograron sacar un disco con su material bien fraguado, algo que por aquella época no era tan evidente en una escena de segunda o tercera fila. En el lado positivo, podemos estar seguros de que este nuevo título no obedece a imperativos comerciales ni pecuniarios, ya que el estatus legendario del grupo no va de la mano con una amplia fama establecida, por lo que cabe deducir que su publicación responde únicamente a la pasión de sus miembros por sacar a la luz algo de lo que están plenamente convencidos. Desde esta perspectiva también, supone un excelente álbum de retorno, tan inesperado como bienvenido.


Belisario, abril de 2020





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