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ABRIL DE 2019 - DISCO DEL MES:
MASSACRA - FINAL HOLOCAUST (1990)


 Mientras buscamos sin tregua nuevos discos que comentar para regocijo de nuestros lectores, nunca es mal momento para volver a algún clásico, sobre todo cuando se trata de uno poco conocido y mucho menos valorado de lo que debería. Los franceses Massacra pertenecen sin ninguna duda a ese selecto conjunto de formaciones que han recibido una atención mucho menor de lo que deberían, lo cual en su caso probablemente se deba a un cúmulo de factores negativos: el hecho de estar radicados en Francia, un país donde el death metal nunca ha llegado a florecer a gran escala; su falta de suerte o vista al escoger a un sello alemán consagrado casi exclusivamente al heavy y power metal que presumiblemente nunca supo muy bien qué hacer con ellos; y por último el drástico cambio de estilo durante su última época, a la manera de otros clásicos malogrados como Morgoth, que terminó por espantar a los pocos fans seducidos durante los primeros tiempos. La muerte en 1997 de uno de sus miembros clave, que conllevó la disolución de la formación, tal vez haya sido uno de los motivos por los que Massacra nunca ha vuelto a juntarse a posteriori, a diferencia de otros grupos de los años ochenta y noventa. A pesar de todos estos inconvenientes, su escasa popularidad entre los aficionados al death metal no basta para esconder el hecho de que su primer disco, Final Holocaust, encierra una de las fórmulas más puras que se conocen de dicho género, y constituye un ejemplo preclaro de las características y virtudes que lo definen en conjunto.


Massacra - Final Holocaust (Shark Records, 1990)


 El álbum se abre con uno de los comienzos más enérgicos que jamás ha tenido un disco de metal extremo, un extracto de un coro de ópera seguido del asalto del mejor tema con diferencia, Apocalyptic Warrior. Desde los primeros instantes, Massacra se revela como una máquina perfectamente engrasada, que lleva al siguiente nivel el estilo primitivo de “ensalada de riffs”, al galope del ritmo salvaje de la fusión de speed metal y hardcore punk patentada por Slayer unos años atrás. Esta receta de pureza cristalina no salió de la nada, y resulta de gran interés examinar a través de sus tres maquetas consecutivas, publicadas conjuntamente bajo el título Day of the Massacra (Century Media, 2013), cómo el formato crudo, elemental y ruidoso de Legion of Torture (1987) evolucionó al híbrido de speed metal e intensidad underground de la demo Final Holocaust (1988) para llegar hasta la prometedora imperfección de Nearer from Death (1989), que ya hacía gala de un metal ambicioso y grandilocuente pero falto de un último pulido, que se logró con este su debut en el formato largo. Escuchando el álbum Final Holocaust uno entiende muy bien la importancia de la armonía como pilar del death metal, ya que lo que hace que estas canciones funcionen no es ninguna melodía o gancho puntual, ni ningún elemento que rompa la secuencia para acaparar la atención, sino la ajustada cohesión interna, que presenta y desarrolla determinados motivos hasta resolverlos en conclusiones lógicas. Massacra fue uno de los primeros grupos en entender este principio hasta sus más amplias consecuencias y poner a su servicio una disponibilidad de recursos a los que el metal anterior tan sólo se había aproximado tímidamente.

 A la herencia recibida de Slayer y de los primeros grupos de metal underground, con Hellhammer a la cabeza, se sumó un tercer elemento aparentemente alejadísimo de estos terrenos sombríos: la música clásica. Final Holocaust es una de las primeras manifestaciones plenas dentro del incipiente death metal de influencias clasicistas que no actúan a nivel superficial (sonido, instrumentación) sino profundo, porque tienen que ver con la estructuración, añadiendo gran riqueza y expresividad. Estas incorporaciones podrían recordar lejanamente, en su imaginativo dinamismo, a los ágiles movimientos de las sinfonías 40 y 41 de Mozart, pero su vocación potente y torrencial las asemeja más a la enérgica solemnidad del Concierto para violín (opus 61) o de algunas sinfonías de Beethoven. A diferencia de lo que hoy en día se conoce popularmente como “metal neoclásico”, que consiste simplemente en añadir partes orquestales a modo de collage, aquí lo clásico se inserta totalmente procesado y con la única finalidad de añadir majestuosidad y poder, sin imitar directamente la forma pero sí el espíritu de las obras todopoderosas de titanes como Wagner o Bruckner. Con ello, el metal abandonaba definitivamente el camino del rock para abrazar un sendero propio, emparentado con formas e ideas más elaboradas de ascendencia clásica.



 Las composiciones del disco son todas equilibradas y fluidas, y sin duda fueron ensayadas innumerables veces hasta obtener su forma definitiva, como puede entreverse al escuchar sus demos. Todas las canciones son distintas y reconocibles, y varias de ellas presentan aperturas altamente dramáticas y efectivas, como las de Trained to Kill o Eternal Hate, un recurso que parece haber sido extraído del registro operístico. El grupo no escatima en velocidad ni en impresionantes solos que refuerzan la acción sin dejar un momento de respiro. A pesar de no destacar especialmente en ningún momento, la batería construye un marco variado y solvente de interacción constante con las guitarras, al igual que las voces desgarradas que acompañan la cadencia siempre desde un segundo plano, abordando temáticas de apocalipsis, guerra y confusión, y disimulando bastante bien su acento nativo. Como ocurre con los grandes clásicos, esta música ha envejecido tan bien que parece totalmente actual, conservada en un estado de pureza inmarcesible, sin verse lastrada por componentes espurios que delaten su origen geográfico o temporal. Es posible que su segundo álbum, Enjoy the Violence (1991), constituya una versión más refinada aunque también menos sorprendente de la misma fórmula, pero la imbricada arquitectura de riffs múltiples, la agresión implacable y la fluidez luminosa que brillan sin parangón en Final Holocaust lo convierten en uno de los títulos de death metal más destacados de todos los tiempos.


Belisario, mayo de 2019





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