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ENERO DE 2019 - DISCO DEL MES:
CÓNDOR - EL VALLE DEL CÓNDOR (2018)


 2018 ha sido un año algo raro en cuanto a publicaciones: después de un arranque muy lánguido y desprovisto de interés, los discos buenos empezaron a aparecer ya entrado el verano para acabar concentrándose en los últimos meses, lo que hizo bastante difícil estar al tanto de todas las novedades más recientes. Una de ellas fue este nuevo álbum de Cóndor, El valle del Cóndor, que no salió hasta finales de noviembre, con lo que este cronista tuvo apenas tiempo de digerirlo antes de decidir si lo incluía o no en la lista de favoritos del año. Debo confesar que no fue una decisión fácil, ya que mis impresiones iniciales no fueron demasiado positivas. En las primeras escuchas, el disco me pareció muy suave, como si le faltara garra, y mi sensación fue la de un álbum un tanto disperso y excesivamente acomodaticio, que suponía un freno en la constante búsqueda de nuevos territorios que había caracterizado al grupo hasta la fecha. Por fortuna lo escuché unas cuantas veces más, ya que intuía que algo más debía de haber en él que no revelaba sus secretos de manera inmediata. La epifanía llegó al fin cuando empecé a plantearme qué es lo que el grupo quería expresar a través de esta obra, por encima de lo que cabía esperar en base a mis propias experiencias previas con su música. Llegados a ese punto, las piezas comenzaron a encajar, y he podido disfrutar de veras de lo que sin duda es, merecidamente, uno de los títulos más destacados del año pasado.


Cóndor - El valle del Cóndor (La Caverna Records, 2018)


 A grandes rasgos, El valle del Cóndor opera a modo de recapitulación de todo lo hecho hasta ahora, en lugar de adentrarse en terreno desconocido, como se había hecho con carácter más o menos sistemático en todos los álbumes anteriores. En vez de introducir influencias progresivas en el metal como hasta hace poco, este disco tiene más de rock progresivo aproximándose al metal, a lo que se añaden elementos de blues y especialmente folk, que conforman un todo más ligero pero también más fluido. El aspecto progresivo se observa sobre todo en la manera de ordenar las canciones, con un espíritu clasicista ataviado de formas folk y varias partes bien diferenciadas dentro de cada composición, sin que ello afecte a la unidad de las mismas. Esto no impide que salgan a relucir sus influencias fundamentales del ámbito del metal, en especial los primeros At the Gates, pero la impresión general es que la agresividad, pese a no haber sido nunca un factor primordial, ha pasado a un plano más secundario aún con el fin de primar otras facetas. Las canciones por lo general son más breves, y puede percibirse que el grupo se siente más cómodo que en otras ocasiones, con una interpretación más compacta y segura que podría considerarse toda una cumbre a efectos técnicos.



 En lo relativo a su valor artístico, surgen algunas discrepancias. No sería descabellado afirmar que este disco supone un paso atrás, por así decirlo, a una zona de confort, al contrario de lo que se hizo la última vez en Sangreal. En sus canciones falta conflicto y agresión, un asalto o un solo puntual que le dé la vuelta a todo, como ocurría en Duin. Tampoco se produce ningún verdadero avance en términos estilísticos, lo que sin duda será deliberado, pero desconcierta un poco a quien está acostumbrado a las continuas innovaciones, a veces temerarias, propias de esta formación. Todo lo que suena aquí ya figuraba en alguno de los álbumes previos, aunque ahora aparezca más pulido y mejor ejecutado. La temática escogida tampoco ayuda, ya que se centra específicamente en Colombia y puede resultar un tanto impenetrable a quien no esté familiarizado con la geografía o la historia del país sudamericano. Sirva como ejemplo la Batalla de la Cuchilla de El Tambo, un episodio que probablemente tengan que estudiar todos los colegiales del país y de la cual un servidor ha oído hablar por primera vez, no sin cierta vergüenza, debo decir. Todos estos puntos, que transitoriamente calificaremos como “negativos”, son los que se agolparon en mi mente durante las primeras escuchas y determinaron una impresión inicial más bien desfavorable, hasta que en lugar de verlos como defectos pasé a percibirlos como elecciones estilísticas conscientes, lo que cambió por completo su significado.


EL VALLE DEL CÓNDOR TAMBIÉN PUEDE
ESCUCHARSE EN LA PÁGINA EN BANDCAMP
DE SU SELLO, LA CAVERNA RECORDS


 En el momento en que esta reformulación de técnicas y elementos ya explorados deja de concebirse como una oportunidad de progreso frustrada para revelar su voluntad de perfeccionar y hacer suya una fórmula ya esbozada pero no por ello menos interesante, cambiando el afán experimental por un deseo de solidez y estabilidad, es cuando se entiende por fin que, más que acomodarse, lo que ha hecho Cóndor en esta nueva entrega es cosechar con maestría los frutos abundantes de lo que había estado sembrando con anterioridad. Las canciones son más cortas y concisas, expresando mucho más en una duración menor, y la importante presencia de interludios, tanto en pistas por separado como dentro de otros temas, no solamente no merma sino que además enriquece una experiencia global que exhibe una estética sorprendentemente unitaria y una admirable cohesión de estilo. Es cierto que aquí el grupo muestra su versión más amable y hermosa, pero esto no se debe a un recurso fácil a rasgos más pegadizos o llamativos, sino a la propia construcción armoniosa de la música, que suena más compacta y fluida que nunca. Con un método bien asentado y de probada eficacia, la formación nos regala un nuevo capítulo con cuentos del Nuevo Mundo que tiene mucho que ofrecer en cuanto uno se acostumbra a su lenguaje y aprende a disfrutarlo, cosa que, a fin de cuentas, también podría decirse de todas y cada una de sus obras.


Belisario, enero de 2019





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