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NOVIEMBRE DE 2018 - DISCO DEL MES:
ASMODEE - AEQUILANX (DEMO, 1997)


 Una de las distinciones del satanismo francés es su larga historia de herejías reales, censuradas y perseguidas por la Iglesia Católica aún hasta finales del siglo XIX, y que nada tienen que ver con las payasadas del judío Howard Stanton Levey en los Estados Unidos de América en el siglo XX. Por otra parte, nos dice Robert Ziegler en su libro Satanism, Magic and Mysticism in Fin-de-siècle France que el famoso ocultista Alfred Waite caracterizaba a Francia como una tierra fértil para el esparcimiento de la magia negra, condenando a la gente de dicho país como ingenua y supersticiosa. A pesar de esto, Ziegler también nos explica cómo, en el retrato que Joris-Karl Huysmans escribe bajo el título Là-Bas, podemos encontrar una reproducción fiable de cultistas y artistas que adoraban y expresaban un diablo interior, un verdadero culto a la decadencia como lo auténtico. Es precisamente esta clase del susodicho “diabolismo” lo que encontramos en las letras que S.V.E.S.T. expondrá de manera elegante en obras como Veritas Diaboli Manet in Aeternum, diez años después del presente demo de Asmodee.


Asmodee - Aequilanx (Drakkar Productions, 1997)


 A esto le agregamos el sabor cultural más general, post-romántico e indudablemente francés que podemos caracterizar como una obsesión con lo sucio, con lo decadente, vinculado de manera muy obvia con el completo abandono de Huysmans, expuesto también de manera súper existencial por Georges Bataille en su concepto de lo sagrado más allá del nihilismo. Canalizadas a través del fanatismo que escuchamos en Asmodee, el resultado son secuencias macabras transportadas sobre una frenética intensidad percusiva que mantiene el interés de manera madrigalense, modificando el contraste de luces entre pasajes. Para mantener la aspereza, otros factores, como la forma de expresión, la modalidad de las cortas frases y el estilo en general se mantienen estrictamente confinados, a fin de obtener un enfoque de láser.

 Todavía una distancia muy grande separa el trabajo que encontramos en Aequilanx de lo que el baterista y el vocalista grabarían en el aún hoy incomparable Veritas Diaboli Manet in Aeternum. Sin embargo, la atmósfera, determinada en gran parte por las direcciones y torceduras aplicadas por estos dos miembros, desde abajo por Darkkarma y desde arriba por Spica, genera la misma sensación de irrupciones abruptas y violencia sostenida, en donde las líneas se mantienen inesperadamente fluidas y la narrativa se impone de manera tiránica. En este único trabajo de Asmodee, y a diferencia de lo que escuchamos en el disco de S.V.E.S.T., un velo adicional existe entre Darkkarma y la audiencia: los dos guitarristas. Esto hace que para poder terminar de percibir lo que se ofrece aquí como un embrión de lo que luego surgiría poco a poco, en grados de refinamiento cada vez mayores, sea necesario hacer menos caso de los detalles de las guitarras que de lo que estas expresan como función de los patrones, intensidades y secuencias percusivas.



 El trabajo como un todo está visiblemente influenciado por el segundo álbum de Mayhem a nivel estructural, mas esto no significa que sea una obra de imitación. Las guitarras son funcionales, pero no están particularmente bien hilvanadas, y proponen frases que son más convincentes cuanto más diabólica es el aura que sugieren, pero resultan casi desastrosas cuando se vuelven más convencionales, más puramente “metal”. Aparte de la lucha por la unificación en la que escuchamos a Darkkarma forzando algún rastro de orden sobre las ideas desconectadas de las guitarras, son las grandiosas y siempre convincentes vocalizaciones de Spica, aún en esta primera etapa, lo que rescata la atmósfera de la música en sus peores momentos. Los tropiezos inexcusables se encuentran casi exclusivamente en la tercera pista, “Lunatic Curse”, una verdadera vergüenza, seguidos por la rescatable “Black Revelation”.

 En sus mejores ángulos, Aequilanx parece una encarnación más peligrosa y atemorizante de lo que Bekhira propondría ocho años después en L’Elu du Mal, una obra de perversidad más bien extendida, de una grandiosidad tenebrosa y aristocrática. Esto lo alcanza Asmodee en los momentos de trance, en los que los guitarristas logran olvidarse de que están tocando “metal” y se vuelven un conducto de maldad aunque sea alegórica, sin dejar de ser sincera la comunicación de la misma. Escuchamos esto en la primera pista, “Great Final Injustice”, pero más consistentemente en la última, “Cain’s Black Spells”. El valor de acercarse a esta clase de trabajos con gran potencial no desarrollado, pero con la insinuación de que podría ahondarse hasta profundidades inconcebibles, es que se identifica una puerta entreabierta, una invitación a lo desconocido para futuras obras que puedan tomar una pauta.


D.A.R.G., noviembre de 2018

(Revisado y editado por Belisario)





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